GALLEANDO

De ahí la decepción

miércoles, 15 de junio de 2022 · 08:23

La cualidad que caracteriza al mito de Galapagar, por encima de cualquier otra, es su inmenso valor. Esto le ha convertido a lo largo de su extensa trayectoria en paradigma de la quietud que, unida a la pureza de su toreo, le hace desplegar épicas lidias con mensajes emocionales al servicio de una gente que le idolatra. La percepción sobre algo único en el diferencial concepto del madrileño sigue experimentando en el público sensaciones inexplicables. Y este efecto se produce en las tardes de gran expectación. Una gente que reivindica el papel positivo de sus emociones a quien es capaz de mostrar en el ruedo de la plaza características diferenciales de lo normal a lo excepcional.

Hablar de fracaso en el jienense coso de La Alameda el pasado domingo plantea idénticos problemas de definición que hablar de triunfos. Granjea cierto recelo. Cierto sentimiento de frustración. Presentimiento subjetivo ante un fin destinado a premiar la excelencia. ¿La excelencia de qué? ¿La perfección de la bravura que encuentra el destino que le corresponde al animal que la muestra en el ruedo de forma extraordinaria e infrecuente? ¿O la exhibición de unas formas brutales en el hacer y decir de un torero apabullante ante toros escogidos, nobles, feos y escasos de trapío, que revelan la decisión final con rigor triunfalista desembocando en triste realidad?

El público de toros pasa por momentos de génesis intermitentes y de escasa consolidación. Y no dejará huellas significativas en las generaciones venideras por la debilidad de su afición. Es cierto que llena las plazas ante carteles de relumbrón y, sobre todo, ante el imponente tirón de quien, hoy por hoy, manda en esto, pero que vive al margen de competencias y rivalidades. Sea por lo que fuere, él coexiste con su particular modo de entender la Fiesta.

Así que, José Tomás, volvió a vestirse de luces para llenar hasta abarrotarlo el embudo de La Alameda. Una nueva historia, en tanto que bonita, asociada al esnobismo al servicio de un mito. Al absurdo que destapa la trampa de una fiesta que no es la verdadera Fiesta. Todo fue hermoso en el descomunal ambiente, en la forma de generar riqueza para una privilegiada Jaén, pero interiorizado hasta la paranoia disparatada de falsa sensiblería. De ahí la decepción.