GALLEANDO

Una fecha que merecía algo más 

miércoles, 6 de julio de 2022 · 06:20

El pasado día 29 de junio el sinsentido volvió a ser protagonista en la efeméride de un torero de candente actualidad. Morante de la Puebla celebró en el moderno Coliseum de Burgos sus 25 años de matador de toros, alternativa que tomó en el antiguo coso de El Plantío el mismo día de 1997. El acontecimiento bien merecía cambiar el guion de lo establecido añadiendo sentido común a una celebración con el necesario aporte de seriedad e integridad al toro que se ha de lidiar. Sin embargo, el espectáculo, además televisado, fue indigno para una plaza y, sobre todo, para tres toreros iconos del valor y la pureza.

El aporte de seriedad e integridad del toro es trascendental. Lo contrario minimiza el toreo y desfigura la naturaleza de quien lo hace. La impresentable corrida de El Torero, chica, anovillada y sospechosa de manipulación de pitones, fue nota predominante en una fecha que merecía algo más. Lo normal para una plaza de segunda. Lo deseado para emocionar acrecentado la credibilidad del toreo y el coso donde se desarrolla. Después, pasa lo que pasa y el engaño hace mella en el aficionado que está abandonando, poco a poco, las plazas de toros hastiados de tanta mentira. La corrida fue cabreante para los que con ilusión acudieron presto a la plaza y para todos los que la vimos por televisión.  Y es que, al final, una capa de barniz dada por tres figuras no lo tapa todo. Legítimos triunfos, de ganaderos y toreros, en una u otra plaza no borran la insensatez en la que demasiadas veces se mueve el toreo.

Seguirá, sin duda, la sinrazón pese a provocar la desconfianza a un público que con inusitada paciencia intenta, sin éxito, adaptar su afición a este extraño mundo de las corridas de toros. Actitudes que emergen de absurdos intereses que dañan a una Fiesta cada vez más ninguneada. Para que no nos confundamos: ¿de qué vale exigir la revisión de los costes de producción del espectáculo y los pliegos de condiciones de las plazas de toros, para a la vez hacerlas asequibles al público, si después el “toro” lo echa de ellas?  Esta conducta con la exigencia, en la que ya casi nadie cree, no esconde más que una absoluta vacuidad en el complejo y difícil universo del toro, donde siempre se destruye el inútil sueño de la satisfacción final.