GALLEANDO
En el adiós de El Cordobés
Hizo siempre su pretendida tauromaquia sin engañar a nadie. Formas de un torero de descarnado estilo amante de la provocación, a veces brutal, a veces tierno, con las que nunca ha dejado indiferente a los públicos. Nunca buscó en su toreo segundas lecturas. Frenético y desbordante en ocasiones resaltó en los ruedos de las plazas de toros la esencia singular de su lidia.
Con su carácter divertido y aproblemático, bañado por una cautivadora simpatía, ha conseguido durante treinta años de matador de toros el disfrute de una gente predispuesta al divertimiento. Muchos son los que se han deleitado sin ínfulas con este torero mordaz y de aires populares, que no populachero, que ha sabido provocar el goce con un toreo intencionado de enorme soltura.
Será por esto por lo que siempre decidió mostrar en el ruedo de la plaza lo que se espera de él. Y lo que realmente le apetece. En ningún momento escurrió el bulto para hacer esa peculiar tauromaquia con la que ha complacido a un público que le ha venerado con verdadero fervor. Y es que su toreo le corresponde a una gente que así lo quiere. Es posible que sus formas no tengan nada para los puristas, pero han sido una excelencia para quienes las disfrutaron.
Quizá haya sido uno de esos toreros “odiados” por los que nunca lo consideraron absolutamente ortodoxo. Le dio lo mismo. Él siguió siendo tan sugerente como puede serlo la mejor figura del toreo. Y, además, rememoró muchas de sus tardes la tauromaquia de su progenitor para regocijar a esa gente festera sin grandes exigencias en la plaza. Y es que, en su toreo, a veces agresivo, se esconde una manera de realizarlo que gustan a ese público que lo aclama y se divierte. Como uno lo que admira de él es su poder de comunicación, nunca me molestó, sino que más bien agradecí, una tauromaquia con la que salvó muchas ferias de pueblo, y no de pueblo, de auténtica ruina en las taquillas.
Manuel Díaz El Cordobés dijo adiós a los ruedos en la pasada Feria de San Lucas en Jaén. Lo hizo con su puesta en escena extrovertida y desbordante resaltando la esencia endiablada de su toreo con la que transmite y contagia. Todo bañado por una cautivadora forma de hacer y decir la lidia con la que enloqueció a una gente dispuesta a verlo de nuevo triunfar. El toreo se queda sin un torero que fue muy necesario para la Fiesta. Felicidades, Manuel.