GALLEANDO

Hablemos de indultos

miércoles, 1 de noviembre de 2023 · 07:51

Hay quienes se apresuran a certificar la defunción taurina aludiendo la falta de aficionados cabales en los tendidos de las plazas de toros. Aun así, la comparable verdad es que estas posibles minorías acaban ocultos, engullidos por un público generalizado que sí llenan los cosos en el circuito de las grandes ferias. Y es este el efecto que se produce en las tardes de gran expectación. Una gente que reivindica el papel positivo de sus “emociones” al tiempo que confunden las características diferenciales de lo normal a lo excepcional.

Hablar de triunfalismos en muchas de las corridas de toros celebradas durante la finalizada temporada taurina plantea idénticos problemas de definición que discursear sobre algunos de los treinta indultos concedidos en 2023. Para unos, granjea cierto mosqueo, para otros, cierto sentimiento sensiblero. Pero no es más que un concepto equivocado de un fin que sólo debe premiar la excelencia. La perfección de la bravura que encuentra el único destino que le corresponde al animal que la muestra en el ruedo de forma extraordinaria e infrecuente: volver a su hábitat natural y padrear.

El profundo cambio producido en el seno de la sociedad ha creado en la gente formas de identidad alternativas, así como un marcado proceso de sensibilización brutal. Si a ello se le añade la exhibición de un ficticio conocimiento de la lidia que le lleva, además, a creer entender los efectos de comportamiento del toro, aunque desentendiéndose del juego de la excepcionalidad, revela la decisión final con rigor triunfalista que desemboca en la realidad.

El público de toros pasa por momentos de génesis intermitentes a la espera de la consolidación de una juventud, con atisbos de un mejor conocimiento de la lidia, que está acudiendo de forma creciente a las corridas de toros. Una juventud afianzada en su afición que ha de dejar huella significativa en las generaciones venideras. Es cierto que el público que llena las plazas, no sólo de primera categoría, sino de segunda y muchas de tercera, están al margen del saber y cultura de la lidia, no obstante, son estos que llegan los que deben cambiar el signo de estas concesiones asociadas al esnobismo y al servicio del desconocimiento. Porque lo sucedido con tanto indulto inmerecido, puede ser divertido, tal vez enternecedor, pero sólo interiorizado en la falsa sensibilidad. 

 

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