GALLEANDO
Llegará lleno de razones
Hay toreros que suscitan altas dosis de admiración. Él es uno de ellos. De esos que transitaron por este mundo con el señorío en el cuerpo y en el espíritu. Lo demostró en su comportamiento, en sus gestos, en sus palabras y acciones. Y, sobre todo, en su toreo. Ese toreo que volverá a ser posible el próximo 17 de mayo en el coliseo romano de la ciudad francesa de Nimes durante la Feria de Pentecostés.
Un toreo abandonado, relajado, sentido, hecho con en el alma y para ser degustado desde arriba con placer. Regusto expresivo de un torero que siempre convirtió la lidia en triunfo y el ruedo en realidad con su impecable y depurada técnica. Con un sobrado talento artístico al servicio del toro. Su decisión de marcharse fue una cuestión de honradez, la de volver un arrebato de afición y ambición tal y como era previsible. Llegará lleno de razones para mostrar la verdad en la lidia con la sutileza que constituye la esencia de su concepto.
Sólo dos años de retirada. Y ha dicho sí a la llamada del “productor”. Un empeño que se ha traducido en esperado regreso. En un sueño para dejarse convencer con una tauromaquia con capacidad para parar el tiempo con la paciencia de quien seguro vendrá a alcanzar su principal objetivo: torear. Otra vez la lidia será un destilado de esencias. Lo que corresponde a la sensibilidad de un gran torero. Todo en perfecto equilibrio entre lo inspirado, lo intuido y lo deseado. Habrá que situarse en lo mágico para retomar el ritmo lento de un capote y la tersura de una muleta magistral. Tal vez porque su tauromaquia adquiere dimensión distinta.
Toreros como Enrique Ponce son necesarios en los grandes ciclos. La torería, tan ausente en los ruedos de las plazas de toros, junto al sutil y lento trazo produce tal sensación de misterio que desata el entusiasmo. Ni más ni menos que una clara manifestación de un arte que acaba en enorme satisfacción. Un lujo para el toreo que deberá tener continuidad más allá del día de reaparición y ¿despedida en octubre en Valencia? Continuidad en Sevilla por San Miguel y por otoño en Madrid. Porque privar al aficionado de ello resultaría, por absurdo, injustificable.