GALLEANDO

Un continuo cabreo

miércoles, 12 de abril de 2023 · 08:06

El pasodoble “Maestranza”, hecho con toda seriedad técnica y armónica, es un rango ilustre del arte sonoro que prologa el acontecimiento más esperado y deseado cada Domingo de Resurrección en Sevilla. Sonó a las seis y media en punto de la tarde y dio música y vida a una plaza callada desde el pasado día de la Hispanidad. Desde luego, el lugar de encuentro se produjo para que el placer de la música se sintetizara con el placer del toreo. Pero no fue posible.

Porque de inmediato comenzaron a diluirse los deseos para dar paso al desencanto. Y es que el toreo no llegó, en el más amplio sentido artístico, por la falta de bravura de una corrida que sumó un nuevo petardo ganadero y otra decepción en un Domingo de Pascua. Ya no sorprende la nula casta, la escasa fuerza, la sosería de unas acometidas de nobleza cansina, de unos toros en el mínimo de su presentación que convirtieron el optimismo de la gente en enfado persistente. El toro exigible por la figuras, a la espera de que les salga el “mirlo blanco” de los apetecibles “núñezdelcuvillo”, sumió la ansiada tarde en un continuo cabreo.

Sin embargo, el comienzo no pudo ser más prometedor con ese lancear de Morante, despacio y acompasado, a un bonito “colorao”. Un espejismo que duró breves instantes en el ilusionado espectador. El toro de Núñez del Cuvillo mostró una nobleza y calidad excelsa a igual nivel que su desesperante falta de fuerza. Un animal sin vida que pasó por la suerte de varas de puro trámite y al que el diestro de la Puebla le trazó muletazos deshilvanados sin ninguna emoción. Peor descontento provocó el cuarto, un sobrero del mismo hierro ganadero, que resultó ser un “mulo” manso y parado al que el diestro cigarrero lo mandó al desolladero en un santiamén.

Sólo El Juli, con su concepto de clara voluntad clásica, se reafirmó en un toreo poderoso, aunque desplazado en demasía, capaz de resaltar su habitual nivel técnico que le hace ser un virtuoso de la colocación y la ligazón. Alcanzó momentos estimables con el quinto, el único toro bravo de la infame corrida. ¿Estuvo bien El Juli? No lo dudo. Pero no tan magnífico para el honor del elevado premio de dos apéndices. Un presidente contagiado por la muchedumbre que llenó la plaza tampoco lo dudó y los concedió. A Roca Rey le faltó toro y decisión. Lo mejor la contundencia de sus estocadas. Ver para creer.