GALLEANDO

Adrián de Torres, más que valor

miércoles, 24 de mayo de 2023 · 07:24

Liberarse de la sensación del miedo no es posible en tardes como la del pasado domingo en Las Ventas de Madrid. Donde la trágica cogida fue posible y donde todo pudo ser pese a las complicaciones derivadas de las brabuconas embestidas de unos toros a la defensiva. Nadie puede negar la trascendencia heroica de la faena de Adrián de Torres al primer toro de Fuente Ymbro. En realidad, se pudo apreciar como los rostros de la gente se transformaban debido a la emoción. Lo acontecido mostró el vigor de una lidia en la que se denotó la vitalidad de un valeroso torero capaz de rivalizar consigo mismo.

Con ganas de más sumó y no restó en esa oportunidad brindada para sustituir al compañero convaleciente de lesión. El linarense puso en valor su toreo sin comparaciones odiosas. Así lo entendí y así lo entendieron quienes acudieron a la monumental plaza de toros madrileña y reconocieron la actitud, la valentía y las formas de quien reivindicó en la plaza su presente y su futuro sin atisbo de falsos planteamientos.

Su compromiso con Madrid fue tan personal como auténtico. Tan valiente como conceptual. Porque lo que se propuso fue ofrecer su tauromaquia desde los mismísimos límites del valor. Lo demás importa poco si lo que se atisbó fue su toreo y lo que se sintió fue la emoción. Importa más cómo lo que hizo y dijo en el ruedo propagó su culminación a una gente que lo supo valorar. Aunque no a esos otros, obsesionados por los tópicos que distorsionan la lidia, que ignoran a conciencia lo que no les interesa. ¿Quién tiene la legitimidad de la emoción? Lo dijo Nebrija: “¿Se me ha de obligar a creer que es falso lo mismo que estoy viendo yo?”

No se puede despreciar la grandiosidad de una tarde de auténtico corridón de toros, serios y astifinos, viejos y cuajados, con ilógicos calificativos a la ausencia de un subjetivo toreo. Porque el lenguaje de ese mismo toreo trasciende más allá del tecnicismo y la supuesta autenticidad. Algo así como no reconocer que el conocimiento es irremediablemente parcial. Sin fronteras capaces de contener lo hecho por un torero que, metido en su concepto, debe seguir ofreciendo emociones entre lo posible y lo imposible de una sola condición: el toro.