GALLEANDO

Dos grandes del toreo

miércoles, 31 de mayo de 2023 · 07:29

¿Qué fue sólo con el capote? Quizá. Pero lo hecho y visto fue de órdago. Extraordinario toreo a la verónica de quienes emplearon en el ruedo los elementos necesarios para crear y emocionar. Quienes se comunicaron mediante códigos de valor, calidades y virtudes, expuestos ante la fuerza bruta del toro en su salida con ese lenguaje infalible que mantiene a raya el entusiasmo. Momentos que hallaron dos colosos de la pureza y la naturalidad: Diego Urdiales y Pablo Aguado. Ellos tradujeron, con proposiciones abiertas y siempre emocionantes, el lenguaje no hablado del toreo.

Si le dan para atrás a la cinta del recuerdo visualizarán momentos y emociones vividos el pasado sábado en Las Ventas de Madrid. El molesto viento, que tantas obras de arte se ha llevado por delante en este serial de San Isidro, desaceleró un instante al tocar el ruedo de la monumental plaza, para permitir los majestuosos lances. No se recuerda otra cosa que la imponente verónica del riojano. O esa otra media verónica del sevillano que fue toda un monumento al toreo. Resulta difícil imaginar versión más despacio y pura que la ejecutada por estos dos toreros. La brindó Urdiales, dando replica Aguado, y viceversa, para construir auténticas obras de arte de belleza indiscutible con las que transmitieron contenidos profundamente emotivos.

El elemento clave en las magníficos verónicas fue el “tempo”. La duración de cada lance se hizo eterna. La ejecución en el desarrollo temporal no tenía fin. El lentísimo movimiento de la manos adquiría una dimensión extraordinaria. Incluso la forma de acabarlo se erigía en matices de algo grande, algo imposible de explicar.

Fue lo mejor, lo único, de una tarde en la que el más importante pilar que sustenta el toreo estuvo, otra vez, a punto de derrumbarse: el toro. El toro que siguió perdiendo fuelle, la bravura desintegrada, desaparecida, que le convierte en un manso animal embrutecido. Desconcertante situación, vivida demasiadas tardes en Madrid, en la que la bravura desanda el camino iniciado en Sevilla para el desencanto de un público superado por los acontecimientos. Menos mal que, en esta ocasión, la elegancia, el compás, la hondura…el lirismo contenido en dos majestuosos capotes avalaron la marcada personalidad artística de dos grandes del toreo.