GALLEANDO

Esto, no

miércoles, 9 de agosto de 2023 · 07:47

Está echando una temporada de órdago. Su toreo se está haciendo imprescindible en las más importantes ferias taurinas de España. Ha dado tardes de toros que han sido el no va más. Tiene su tauromaquia el valor de los excesos, la culminación de una formas con las que aún todavía no ha tocado techo. Un toreo que sirve para testimoniar su alcance. Una curva que sube y luego no baja. Poco más se le puede pedir a quien está empeñado en no trazar la línea definitiva de su límite.

Verlo torear es todo gozo y provoca la emotividad. En su encuentro con el toro evita lo rutinario para añadir la verdad de una lidia tan profunda como contundente. Y lo hace con una seguridad arrolladora. Con un concepto puro y un valor envidiable.

Nadie pone en duda que el toreo tantas tardes mostrado en este año de 2023 sublimó el arte que tanto soñó. Cuando lo hace brotar entre lo grandiosamente lento y lo efímero, deja de ser un deseo para convertirse en la más feliz realidad. Así hace y dice el toreo quien impone su tauromaquia como referencia de la emoción. Así es Daniel Luque.

Entonces, ¿por qué aceptar torear animales propios de festivales, ayunos de la mínima seriedad en sus cabezas anovilladas, que minimizan la lidia y desprestigian la Fiesta? ¿Por qué se sigue produciendo el escarnio, aunque sea en plazas de tercera, aligerando presencias y mitigando comportamientos ambiguos y engañosos en el toro que se ha de lidiar? Esto no lo debió consentir Daniel Luque. Tampoco El Fandi y Paco Ureña, quienes le acompañaban en la corrida celebrada hace unos días en la plaza de toros de Pedro Muñoz en la provincia de Ciudad Real. Sin embargo, aceptaron su lidia que, además, fue retransmitida en directo por la televisión pública de Castilla la Mancha. Todo un ritual carente de toda lógica y un fraude para los muchos que lo presenciaron.

Sería de agradecer a quien se juega la vida cada tarde en el ruedo con una tauromaquia sólida y determinante, a quien sigue mostrando su toreo en toda su extensión suscitando el pasmo a quienes lo contempla, a quien lo expone en el ruedo con toda desnudez y maestría prescindiendo de los alardes que jalonan las faenas, que tome decisiones que le hagan asegurar en la plaza actuaciones sin problemas de conciencia, si los hay, claro, pero lidiar esto, no.