GALLEANDO
El rey torero
Serranito o la modernidad, Serranito o el iluminado, el poliglota, el empresario, el cantante, el rebelde, el emprendedor, el novillero que renunció a seguir en el intento de ser torero para lanzarse a la correría de mesones en su Sevilla natal. José Luis del Serranito o el polémico traje de Rey Mago. Lo “raro” de su deslumbrante talento para reivindicar su afición.
Su decisión ha sido tan discutible como evidente: la fuerza de su taurino mundo. Un corazón de torero bajo una sotana confeccionada con elementos de oro de un usado traje de torear que sacó de la vitrina que lo exponía en su mesón de la sevillana calle Antonia Díaz para llevar al sastre que lo habría de convertir en túnica y capa torera del rey negro. Una simple anécdota que ha suscitado bromas y burlas. Un absurdo ataque que han hecho suyo los “Rufianes” de turno. Retratos burlescos donde se recrea la pestilencia de los falsos progresistas antitaurinos.
La ilusión de quien vistió tan controvertida vestimenta ha sido tanta que le aleja de la palestra de opiniones vertidas en su contra porque, quizá, su reinado en la tarde mágica de la chavalería sevillana no perdió un ápice de frescura. Y quizá también en aquello que es su razón de ser: lo de potenciar la tauromaquia de forma precisa y justa mediante una apuesta de corte muy personal, intencionadamente subjetiva, en el actual estado social. Aquí radica la valentía del personaje que hizo de su decisión un homenaje a gente, que, como él, quiso ser y no fue. Todo un guiño al toreo al que no le faltó esa ternura que desprenden cada uno de los tres Magos de Oriente.
Sin desear modificar las elegantes opiniones de algún que otro amigo, ni tampoco añadir otras ideas, sí me gustaría resaltar el carácter especial que tiene esta historia en la tarde-noche en la que suceden cosas imposibles. Sueños de niños convertidos en realidad. La historia de un hombre que ha preservado, o descubierto, una variante distinta en el lujoso ropaje del Rey Baltasar. La forma de vivir su experiencia total. Tal vez por eso casi todos los deseos, nuestros deseos, sean sueños convertidos en especiales fantasías. No hay más.