GALLEANDO

Javier Zulueta, una realidad con atisbo de futuro

miércoles, 6 de marzo de 2024 · 09:07

Quienes aguardábamos pacientemente la hora de su presentación como novillero en festejos con picadores encontramos, entre lo posible y lo imposible, a quien manifestó la disimilitud de una tauromaquia que es, sin duda, expresión clara y rotunda. Una mezcla bien realizada de capacidad, talento y eficaz naturalidad. Una realidad con atisbo de futuro. Alguien cuya tremenda calidad y perfección artística superó de forma desconcertante y marcó diferencias entre los que gozaron del privilegio de formar un cartel, tan deseado, que provocó el lleno en la matinal de Olivenza.

Detenidos en el tiempo los lances y naturales que evocaron el prometedor mañana. Y es que resultó difícil imaginar una lidia hecha tan despacio, hilvanada, inspirada y llena de matices que la brindada por Javier Zulueta al público que llenó el coqueto, aunque incomodo, coso oliventino. El joven sevillano mostró su peculiar tauromaquia para crear el toreo que nace de su interior acaparando la atención de una gente ansiosa de ver lo que hace quien tiene el arte en los sentidos. Combinó la transcendencia de su toreo con una cadencia y lentitud en cada pase propia de los elegidos. Esta combinación de frescura, de brillantez y sosiego, de torería y contenido, fue una difícil mezcla que el joven sevillano logró alcanzar en perfecto equilibrio.

Le tomó el pulso a lo auténtico con una tauromaquia basada en el buen gusto y la despaciosidad. El elemento clave en lidia fue el “tempo”. La duración del natural se hizo eterna. Su ejecución en el desarrollo temporal parecía no tener fin. El lentísimo movimiento adquirió una dimensión extraordinaria. Incluso la forma de acabarlo se erigió en matiz de algo grande. Algo que parece imposible de explicar. De tal forma, que los que tienen el marchamo de la afición les sedujo la muestra de su concepto y el vigor de su argumento. Mantuvo en tensión emocional la lidia y volvió a suscitar admiración. Al fin y al cabo, todo acabó siendo cuestión de torería y verdad.

A Zulueta, después de expresar su sentida, bella y emotiva tauromaquia con la que se perdió en los meandros del tiempo parándolo, se lo llevaron a hombros junto a Marcos Pérez, que también se limitó a decir el toreo con talento y delectación. Con esto, queda todo dicho.