GALLEANDO
Grotesco proceder
Lo que salió de los chiqueros de la plaza de toros de Las Ventas el pasado domingo invita a la reflexión. Por lo disparatado de unos animales de enormes cornamentas que sólo lucieron acojonante fachada. Lo conmovedor es que el excesivo volumen y los descomunales cuernos sigan reivindicándose a modo de exigente trapío. Lo patético y doloroso es que se haya perdido por completo el norte en las novilladas y lo reivindicado para la lidia se convierta después en el ruedo de la plaza en vulgaridad previsible. En sólo carne de matadero. En un bruto cornalón descastado que muestra la absurda incoherencia de quien lo escoge para dar oportunidades a novilleros pasados de tiempo. Entretanto, las figuras lidian en las ferias de provincias toretes con deplorables pitones.
Posiblemente no fuese el deseo de Paloma Sánchez Rico, ni de los pocos que ocuparon tendidos y andanadas del monumental coso. Está claro que el mío es radicalmente distinto a los que parecen caminar en dirección opuesta. Y me pregunto por qué esta sobredosis de absurda “seriedad”, pese a que se hable de Madrid, si al fin y al cabo la carencia de bravura anula la fugaz esperanza del triunfo de los que lo buscan a la desesperada. Sin embargo, lo más llamativo de esta descabellada explosión de engañosa verdad sea la desmesura en las intenciones de una racionalidad inexistente.
Más convincente resultaría el trapío propio e integro de un utrero con las hechuras propias de su encaste. Ese novillo que parece que en Madrid no quieren. Sin embargo, si la bravura emana de su casta es determinante para hacer sobresalir la capacidad del ilusionante novillero.
Pero ¿a dónde vamos? ¿qué queremos? Este utrero con cara de fiera del pasado para hacerle el toreo del presente se está convirtiendo en el “leitmotiv” de un grotesco proceder. Animales que aterrorizan al verlo salir al ruedo, pero son inútiles para el éxito. Indómitas fieras, propias para correr en las calles, con barniz exterior y oscurecido interior. No, no es este el novillo serio, encastado, con trapío, integro y bravo. El necesario para la ocasión que se le brinda al novillero falto de contratos. Una lamentable incongruencia para quienes se juegan la vida en condiciones utópicas con el objetivo del triunfo. Así imposible.