GALLEANDO
¡Qué lumbreras!
La tediosa perorata ¿otra vez? Pues sí, y de dos. Seguirán siendo muchas, una y otra vez, para convertirse en cuestiones estúpidas e ilógicas. Y habrá, claro que habrá, demasiados que seguirán riéndoles la gracia a estos que se lanzan a la carrera frenética del sinsentido con tal de hacerse protagonista de lo absurdo.
Ahora, como hoja caída de un otoño que se adivina caliente. Con ese cariz tan suyo de cabreo continuo, donde mezcla la demagogia con el disparate, hace suya la mentira aludiendo a la “realidad social de una España que rechaza la tauromaquia por considerarla violencia contra el animal”. Afirmación del ínclito Urtasun rechazada por la sustantividad de una Fiesta que sólo en la plaza de toros de Las Ventas, en la pasada Feria de San Isidro, contó con una media de asistencia diaria de 21.000 espectadores. Casi 600.000 en sólo un mes de toros. Pues esta falacia le ha servido al ministro de Cultura para hacer oficial en el BOE la supresión definitiva del Premio Nacional de Tauromaquia.
Pero a la vez, un tal Alvise, líder de “Se acabó la fiesta” remetía contra las corridas de toros y se deleitaba en tik tok con otra monserga: haber votado en contra de la subvención a los espectáculos taurinos en Bruselas. Elocuente genialidad del muchacho cuando lo que dice es falso. La tauromaquia, como actividad cultural, no recibe ningún tipo de ayuda, sí los ganaderos de bravo, igual que lo hace al resto de bovinos de la Unión Europea.
Iluminadas cabezas de estos políticos utilizadas para proteger los derechos de los animales. Se hacen fuertes en estas decisiones y falsedades cuando lo que dicen está vaciado de legitimidad, de razón y de justificación. Son incapaces de ver más allá de su vulgar pragmatismo. No saben a dónde van, pero van. Van llevados por ese impulso que les hace prohibir. Que les hace ser reflejo de valores equivocados, o trastocados, de comparaciones absurdas, de motivo sin motivos para encontrar en el animalismo su causa. Esa continua voluntad de abolir que parece les obsesiona y que, sin duda, tiene que ver con la fidelidad al ficticio progresismo del que viene todo.
Que pena de tiempo perdido, de potencial político e intelectual malgastado en hipócritas discursos, no invertido en causas mucho más sustanciales y no en alegato de la mentira. De todas formas, mucho han de cambiar las cosas para que estas criaturas se salgan con la suya. Dos extremos, a la izquierda y a la derecha. ¡Qué lumbreras!