GALLEANDO
Nada es como parece
Recuerdo, de una tarde de tertulia con ese gran torero sevillano que fue Tito de Bernardo, la respuesta a la incógnita del por qué los toros parecían embestir menos en Feria de Abril cuando animales de las mismas ganaderías lo hacían después en otras plazas y en otras fechas. El bueno de Manolo Rodríguez se quedó en silencio unos segundos, y con el mismo temple que le imprimió siempre a su capote exclamó: “cosas del toro”.
Así que ni problema de piso plaza, ni de corrales, ni de chiqueros… “cosas del toro”. Después, el torero, empezó a reconstruir minuciosamente intensos sentimientos de nostalgia de pasadas épocas donde vivió en el ruedo el empuje de la casta, sinónimo de la raza, que mantenía “entero” al fiero animal durante toda la lidia embistiendo incansable y con fijeza los que emanaban bravura, y topando o huyendo de los engaños los que manseaban con bueyes, pero siempre moviéndose con agilidad, sin pararse a mitad de faena y derrumbarse antes del final.
Y es verdad, pese a que en los últimos años ha habido cambios sustanciales en el comportamiento del toro en la plaza, aún demasiadas veces se sigue parando y, a veces, cayendo. Pese a la cuidada alimentación y a ese ejercicio físico al que se le somete en los llamados “correderos”. ¿Qué es, entonces, lo que le sigue pasando al toro?
En todo caso, habría que empezar por evitar opiniones encontradas entre ganaderos y los que ocupan puesto de privilegio en el escalafón de matadores. Algunos criadores de toros de lidia han conseguido recuperar la sangre brava, y otros en ello están, pero muchos otros deberían unificar criterios y dejar aparte a los que siguen estando a favor del toro parado y de empalagosa nobleza. Algo tan improbable como difícil. Porque es el que desean lidiar, los que ocupan los puestos de arriba, en plazas de segunda y hasta de primera.
En todo caso, y a pesar de la prolífera moda de los indultos en la que se ha perdido el valor de la excepcionalidad para perdonar la vida a un toro bravo, nada es como parece. Casi todo puede ser de otra manera. Para qué dudarlo. Sin embargo, cuando los toros no embisten y se paran al inicio de la lidia ante los engaños, hasta la manida manipulación de los cuernos es pura anécdota. El toro íntegro, no sólo en sus pitones, sino en la casta y sangre brava es la única señal inequívoca para hacer y decir el toreo y provocar la emoción. Cosas del toro, recordado Manuel.