GALLEANDO

¡Qué queréis!

Por Manuel Viera
miércoles, 23 de abril de 2025 · 07:08

La Maestranza volvió a lucir esplendorosa toda su belleza. La plaza bullía abarrotados los tendidos por una gente ansiosa por dar la bienvenida al toreo. Quizá resulte tópico, incluso me atrevería a decir que cansino, el aludir a la majestuosidad que ofrece el coso maestrante la tarde de Domingo de Resurrección, pero es inevitable. Y lo es porque en sus tendidos se advirtió el entusiasmo, una decidida inclinación hacia el logro del triunfo. El torero, en el patio de cuadrillas, intenta controlar lo que se trae entre manos, y ello hace imaginar el toreo. Sin embargo, demasiadas veces, el toro lo descontrola.

Entro a saco, no hubo toro. O quizás sí. Salió el toro de hoy, el de saturada nobleza y nula casta. Toros que, además, manifestaron una flojedad desesperante. Y ante tales animalitos es complicado hacer la lidia que emociona. Aunque Sevilla canta lo pases más malos que buenos como se cantan los goles en un estadio de futbol. Sevilla ya no es la Sevilla de antaño. Le aplaudió a Morante en su reaparición y después se quedó en silencio cuando el diestro cigarrero trazó los mejores naturales de la tarde. Tanto le tuvo que molestar la aparente desidia del público para exclamar con voz nítida: “¡Qué queréis!”. Explotó y siguió toreando con ese delicioso toreo que bebe de lo más hondo del “gallismo”. Detalles de una tauromaquia complaciente y auténtica.

A Luque no hay quien le pare. Tal vez le minimiza su portentoso toreo el toro flojo y noble. Aunque su lidia fue poderosa, consistente y nada arrogante. ¿Qué podría haber sido con la brava acometida? Daniel toreó variado con el capote y dijo el natural para quedarse ensimismado viendo el recorrido interminable de una tela arrastra. Es verdad que obsequió con un arrimón de órdago y una luquecinas que enloquecieron al personal. Todo muy bonito pero escasamente emotivo por la nula bravura del animal.

¿Y Talavante? Con el extremeño soy un eterno insatisfecho. Quiso toda la tarde, toreó con gusto de capote, brindó y prologó de hinojos una faena de muleta que se fue diseminando como se disemina el agua del rio al llegar al mar. Su toreo fue anodino, inconcluso, triste…