GALLEANDO

Otra vez Morante

miércoles, 7 de mayo de 2025 · 08:08

Cuando uno se emociona con la lidia de un torero que conjuga arte y valor, se ve siempre remitido a los dorados tiempos de los últimos genios que ha dado el toreo. Influencias de la que se nutre quien construye su obra sobre la inspiración en su forma de clásica pureza. Con él la esencialidad se aviva al calor de un admirable virtuosismo.

Volvió a la Maestranza y toreó. Lo hizo primero con un capote que voló cogido con una mano para quedar suspendido en tiempo infinito mientras el toro acudía a la cita y pasaba. Una vez, y otra, y otra… hasta acabar de igual manera con sensacional pase de pecho. La música estalló acompasando el pasodoble con el ritmo improvisado de un capote genial.

Ver torear así es algo más que un ejercicio de fetichismo. Es entrar en la cocina de un artista y contemplar de cerca su proceso creativo, porque después, la obra continuó para reunir en ella toda la verdad de su toreo. Un toreo vivido bajo una continua emoción que convivía con la desbordante naturalidad, la torería en la versión excepcional de dos ayudados por alto de cartel, y el natural contrapunto de la despaciosidad del pase diestro hilvanado y rematado.

La faena del diestro cigarrero el pasado jueves en Sevilla al cuarto toro de Domingo Hernández, como obra de arte, no fue baladí, y aunque se produce en contadas ocasiones, esta vez el milagro se materializó. Se dieron todas las condiciones: no sólo en la nobleza del toro, sino en la perfecta fusión con la embestida pastueña y escasita de fuerza. De todas formas, el sevillano de La Puebla soñaría hacer el toreo de arquitectura de cristal enormemente bello con el que enjoyar la tierra de albero y construir la felicidad. Y lo hizo para fascinar con esa inspiración puesta en juego. Con esa pluralidad intensa de su tauromaquia. Con esa expresión tan fiel como fragorosa que tanto cautiva. Con ese toreo ensimismado con el que simboliza su férvido fuero íntimo.

Fue una lidia de momentos magníficos con la derecha, y con la izquierda en el natural de frente haciendo círculo hasta acabar detrás de la cadera, y que ahora es ineludible recordar. Morante, artista de una lucidez e intensidad inusual, regaló el toreo con marchamo de autenticidad y máxima belleza.