PANTALLAZOS

Hasta el hotel

domingo, 17 de marzo de 2024 · 22:16

La figura peruana justifica su segunda tarde consecutiva de “No hay billetes”, con dos faenas incuestionables que incendiaron la plaza, le hicieron dueño de la corrida y de la feria.

Tas una faena de etiqueta Manzanares y un estocadón recibiendo que le hace honor al toreo actual, y que mereció la petición de segunda oreja, y otra florida de Talavante que se malogró al final, Roca Rey, el que hoy revienta las taquillas y las suscripciones de TV, hizo parecer todo pequeño.

Menos claro, la franca bravura del tercero: “Leguleyo”, castaño, cuatreño, astifino de 530 kilos, al que hizo los honores, engalanando sus acometidas bravas y leales. Nada le negó, y los dos se fundieron en una pelea medial que arrobó el abarrotado coso, que para ellos en esos momentos era todo el universo. Y no terminó en indulto por negativa de Usía.

Siete verónicas cargadas, chicuelina, media y revolera templaron el galope y las enervadas repeticiones. Molina le dosificó sabiamente la puya en los dos prontos encuentros. Y “Viruta” y Algaba le adornaron con precisión. Andrés brindó a su clientela, que es suya, se arrodilló en los medios y aguantó la distante carrera pasándolo dos veces por la espalda, dos por el pecho, un cambio de mano, un natural y un forzado que alteraron el orden público.

Ahí mismo en el platillo, dos lujosas tandas de a cinco por derecha y entre pasodoble y ovaciones la cosa fue in crescendo. Trinchera y siete naturales veraces con media muleta barriendo, molinete y pecho. Ahí está el video. Fluyó la faena, larga, vibrante, por derecha e izquierda, con la multitud en pie, jaleante, asordinando la banda. Toreo sin tregua, hasta que sonó el aviso.

La petición de indulto fue desbordante, Andrés no hizo el menor gesto demagógico. Solo inquirió con la mirada. Su señoría insistió con un gesto malhumorado y en medio del enfado general dejó al reverendo volapié una estocada honda, crucial, con la cual arriba, el bravo fue a buscar los medios, muriendo allí como lo que fue. La vuelta para sus restos y otra con las dos orejas para su matador celebraron la grandeza de ambos.

Recibió al sexto, “Veneno”, con larga cambiada de rodillas frente a toriles. Dos delantales, cinco chuicuelinas, verónica y larga. Era enrazado, sí, pero áspero. Salía a cabezadas. No lo corrigieron ni la vara de Quinta ni las banderillas. En el tercio final que comenzó bajo diana floreada, la muleta sí se fue imponiendo sobre las malas maneras del jandilla, que cuando se vio podido decidió largarse a tablas.

Allí lo siguió Andrés imponiéndole su autoridad hasta hacerle circular al derecho y la revés y proclamar el dominio con cuatro luquesinas y un desdén merecido. Cuando igualó el silencio se podía cortar con un cuchillo. La espada, otra vez honda y en sitio mató y desató la petición furiosa de las dos orejas, pero el palco concedió la mitad. La gente sin hacerse mala sangre se tiró al ruedo, se eché el limeño a hombros le dio la vuelta al ruedo y se lo llevó a grito pelado por la puerta grande y la repleta calle Xátiva hasta el hotel… Bueno a esperar el Domingo de Resurrección en Sevilla, donde el incomprendido también tiene agotado el papel.