PANTALLAZOS
Ortega o la belleza
Basta decir que nació en Triana y se llama Juan. Podríamos decir de Ortega, parafraseando a Corrochano en su elogio de hace cien años al El Niño de la Palma. Y no creo cometer ningún dislate. Torear de capa como toreó él hoy en la plaza de Valencia roza la sublimidad.
Eran como las siete y media de la noche, hora española, cuando sucedió. Vestido a lo Manolete en Linares, rosa pálido y oro, Juan le salió al encuentro a “Poderoso”, el segundo juanpedro, número 23, cinqueño, negro astifino, de 541 kilos. que acometió por derecho. Había viento frío y el aterido público de apenas sobrepasaba la media plaza parecía tener una sensación de algo, pero nunca de tanto.
El compás abierto, los talones asentados, las piernas y el cuerpo verticales, a plomada, el pecho al viaje, la cabeza desgonzada como para murmurar una oración, las manos bajas, tan solo separadas con el capotito inconsútil de colores clásico, apenas sostenido por las yemas de los dedos, y mecido casi que imperceptiblemente, tan lento, tan lento e intocado por los pitones humillados que como hipnotizados lo seguían a milímetros, eternamente, como si fuesen al infinito, empujados por la brutalidad sometida de su más de media tonelada. Todo tan natural, tan fácil, tan sobrio, tan conmovedor.
Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces se repitió el éxtasis, entonces la media verónica enrosco el animal delicadamente como si fuese una linda mujer en danza, y la revolera florida de pies juntos y de estatuaria quietud, como eje, le hiciera repetir la órbita para rendirla de placer. La plaza rugía estremecida en el fondo de sus instintos ancestrales. Porque en el toreo la emoción estética nace así, de allí, no de la razón, ni de los condicionamientos culturales, de las vísceras.
Fue el momento culmen de la feria que se acaba mañana y creo que uno de los grandes momentos de la plaza. Habría que poner una plaza conmemorativa en un muro. Pero si no, no pasa nada, los que lo vimos nunca lo olvidaremos. Por fortuna existe hoy el video que no había cuando vivió y murió Curro Puya. No, no hay que escribir sesudos ensayos para explicar que el toreo es una de las bellas artes, basta con evocar estos ocho lances de oro para probarlo. Muéstrenselo a los incrédulos para que crean.
Pareció que el milagro se prolongaría hasta el último tercio. Y así lo anhelaban todos. Pero no, lo maravilloso es escaso y fugaz. La lidia con la muleta se fue refundiendo con el mar de vulgaridad que fue todo el resto de la corrida.
Un Cayetano apenas evocando gestos hereditarios en el desbordamiento entristecedor que sufrieron él y su cuadrilla por sus dos toros. Y un muy promovido Borja Jiménez en quien rescato que por lo menos ahora ligó en algunas series y echó valor atropellado a velocidades vertiginosas en el resto. “Hay que triunfar de una manera otra” dijo ante las cámaras. Eso hizo. Juan, Juan tu eres otra cosa.