PANTALLAZOS
Espada contra Espada
A cambio de su seria y bella presencia el sexteto domecq del Montecillo, echó mansedumbre a toneladas, repartida en sus 602 kilos promedio. Qué pesar. Cinqueños, menos el cuarto, fueron todos aplaudidos de salida, y los más, ignorados en el arrastre por su falta de prontitud, codicia y emoción. La tensión la pusieron los coletas, mentiéndoseles en el terreno y quedándose allí. Apuesta reconocida por el público que a tres cuartos respondió a la cita patriótica. Con sus excepciones irreverentes, claro. Luego van las figuras a sus coloquios, les dicen lo que les dicen, y se les quedan callados.
Terna veterana y curtida, más de 15 años de alternativa en promedio. También el encierro fue maduro. Condiciones ideales para la plaza. Toros y toreros adultos. Los unos a plantear dificultades y los otros a resolverlas. Bueno, es el toreo, (entendido seriamente). Fernando Robleño, maestro, director de la Escuela taurina de Madrid dio cátedra de cómo lidiar estultos y como no matarlos. Especialmente con el primero “Fandanguero” pudo a fuerza de situación y acierto ligar dos o tres tandas derechas de gran encomio y predicamento embotadas por la inexpresividad del toro. La media espada tirada delantera hizo efecto. Con el otro, igualmente docto pinchó tres veces y sin estoquear oyó un aviso y descabello otras tres.
Javier Cortés, además de arrojo echó buen gusto en sus dos bregas, pero cuando tenía la clientela en el bolsillo las devaluó ambas a estoque. Al uno, pinchazo, dos medias espadas descolocadas, un aviso, una honda contraria inocua y tres crucetazos. Al otro, el quinto, una estocada tendida ineficaz y tres descabellos. Así ni modo.
Francisco José Espada, el más joven “se echo la tarde al hombro” como dijo Domingo López Chávez. Cierto, a base de valor, aguante y olvido de sí mismo. No porque el tercero no transmitiera, carecía de peligro. Miraba, pensaba y se quedaba en el viaje. Por uno y otro lado, la muleta de frente y el bulto a tiro de cacho fueron hilvanado las series a veces ligando a veces, cruzándose, a veces esperando hasta que un ceñido epílogo de cuatro manoletinas un giro y uno de pecho, puso la plaza de pie. El pinchazo dejó la cosa en saludo.
El sexto “Raspillo” con sus 610 negros kilos y galope de salida fue el que sacó la casta y la transmitió a presentes y televidentes. Héctor Vicente le picó trasero, pero “Candelas” y Pascual Mellínas le adornaron con lujo y saludaron. La corrida fue muy difícil en el segundo tercio.
Genuflexo el magro madrileño se lo llevo a los medios y allí se fajó con él, pasándoselo tan cerca que terminó bañado en sangre. El montecillo iba y venía, a veces, varias, por dentro, hasta zancadilleando con los cuartos traseros de lo ajustada que estaba la pelea. De más fragor que estilismo. Faena de ruido, la mayoría jaleando y la consabida minoría chiflando. Democracia taurina. El valor llena, el arte rellena. Como estaban las encuestas, la oreja parecía segura. Más dos pinchos, un hondo fierrazo delantero con gran hemorragia y un aviso, la evitaron. El otro saludo en el tercio fue de justicia, y cosa sorprendente, ya nadie pitó.