PANTALLAZOS
Elogio de la dificultad
La lidia tiene cada vez menos devotos en el posmodernismo. Pero de los que quedan, una parte connotada ocupó hoy a tres cuartos la primera plaza del mundo, y asistió reverente a la ofrenda de valor y poder de tres toreros qué sin florituras ni coreografías, pusieron sus vidas en la balanza. Para imponerse a una corrida muy astifinas, ofensiva y entipada, cuya emoción única fue la constante amenaza, que valorizó todo lo que se les hizo por la cara.
Cárdena, dispar, cuatreña, (menos el quinto). Remolona, taimada, esperadora, mirona y revoltosa opuso un alto nivel de dificultad y riesgo, exigiendo bregas eficaces, atentas y auténticas. Y las encontró en la mayoría de los casos. El desatino de la espada silenció las menos. Nada de figuritas, languideces ni frivolidades. Todo en serio. ¿Qué la estética? La hubo para quienes aún encuentran belleza en la verdad. El público no se aburrió ni se fue disgustado. La ovación de despedida a la terna lo firmó.
Damián Castaño, fue quien tuvo actuación más redonda. “Cortinero”, el segundo, había tumbado a Alberto Sandoval y quien se fue ovacionado por dos picotazos en sitio, al que después obligó a Candelas y De la Sierra en banderillas. Exigió el salmantino que no se lo cerraran en tablas. De una vez lo encaró en los medios con dos tandas dominantes de a cuatro y pecho cada una. Sobre todo, la segunda a cuerpo y brazo desmayados. Bella. La exigencia de cruce permanente y el tardeo del toro llevaron la faena por el unipase, pero la abrillantó con naturales frontales de pie junto y compás abierto. En jurisdicción de cacho siempre, compensando los tardeos e incertidumbres del venido a menos. El volapié fue casi suicida, entre los pitones, salió rebotado del testuz, dejando una estocada completa y letal arriba. El arrastre aplaudido y el sobreviviente ovacionado saludó montera en mano.
El quinto, el más ligero 521 kilos, que para santacolomas tampoco es que sea poco, fue quizá el de más lámina. Trató de quitarse la capa del frente y se eternizó para embestir el caballo de Javier Martín quien le puyó trasero en ambas ocasiones. Luego, emboscó cuatro veces a Chacón y a Prestel quienes tuvieron que pasar desairados tirando como pudieron los palos de a uno en uno. Parecía no haber nada, y en otras manos quizá no lo hubiese habido. Pero Damián, corazón valiente, pie firme y mano eficaz, protagonizó una gesta. Naturales de mucho aguante y fuste. Los de frente cotizadísimos y los forzados también. Cargó en otro volapié guerrero y dejó la espada honda y desprendida. El descabello certero y la ovación en el tercio más que merecida, si es que apostar la vida con esa lealtad tiene merecimientos.
Fernando Robleño con su solvencia lidiadora atenúa las crisis de nervios que los toros que no se dejan, puedan causar a los delicados. Abrió la corrida con el buenmozo “Madrileño” que bajo el sol ídem fue recibido con ovación. Le paró con eficaces capotazos de brega firmados con una media de molinete muy antañona. Pero el escolar no era bravo. Se dejó pegar de Israel de Pedro, aunque en banderillas acudió con codicia propiciando el par de la tarde por Fernando Sánchez. Tras una buena serie diestra de cinco, la ligazón desapareció y todo fue un largo uno a uno hasta el aviso antes de la igualada, el pinchazo, la estocada contraria, los ocho crucetazos y los dos avisos. Aún así le sacaron a saludar. Con el cuarto, que remató espectacularmente en el burladero de matadores, pero después soseó hasta el aburrimiento, solo pudo esbozar algunas suertes puras, pero aisladas. Y de nuevo su desacierto con el estoque, pero esta vez ya no aplaudido.
Gómez del Pilar, también puso la carne en el asador. Sus cinco verónicas y media al tercero, “Burlador”, fueron lo más lucido de capote en la corrida. Y su inicio de cuatro genuflexos, seis derechas y pecho lo más largamente ligado. Pero la deserción del toro restó longitud e hilván a las series, obligando a tragar mucho para ir arrancando las embestidas una por una, y a un alto costo adrenalínico. Empeñoso llegó hasta el aviso, y su estocada franca quedó desprendida y de tardo efecto. No obstante, su entrega pagó el saludo. El sexto, de casi 600 kilos, fue un marrajo con el cual arriesgó sin esperanza ni premio. Además, la estocada contraía y los dos descabellos. Acallaron la plaza que volvió a la gratitud aclamando la despedida de los tres machos. Todo un elogio de la dificultad.