PANTALLAZOS
Ni toros ni toreros
El primer devuelto fue un aficionado de filas altas que interrumpió el minuto de silencio con una voz disonante. Luego, por flojos, lo fueron el segundo y el sexto de Román Sorando, siendo bien reemplazados en estulticia, por los sobreros de Vásquez y Montalvo respectivamente.
La “Corrida homenaje a la Policía”, con un cartel llamado de arte y un lleno casi total, fue petardeada por los toros, pero no solo por ellos. Ya, tras el arrastre del tercero bis, cambio que disgustó a Paco Aguado, el sevillano declaró: “Los tres necesitamos un toro que no es este”. Qué decir de los otros cuatro que salieron. Pese a la disparidad, no fue cosa de presentación, con dos cinqueños, el segundo y el cuarto, cuajo, leña y 569 kilos promedio, el conjunto era de Madrid. La cosa fue la falta de fuerza y de bravura. Tanta que la convirtieron en la corrida de peor juego en las 26 corridas que lleva la feria. Y hay qué ver algunas que han salido.
El público, el bienvenido nuevo público joven, que ha copado la plaza, como creo nunca antes, inyectándole una transfusión de vitalidad y futuro a la fiesta. Ha cambiado el tradicional hosco talante de Las Ventas. Durante un mes corrido se ha mostrado también como nunca antes, más festivo, toreristas, triunfalista y orejero inclusive. Pero además estoico ante el castigo de las malas corridas, volviendo crecido y sin desmayo a las siguientes. Chapó por la empresa que lo ha traído. Pero hoy cuando rodó el ilidiado sexto bis, con cuatro pinchazos echándose fuera y dos descabellos, sin ser estoqueado, los contribuyentes se salieron de casillas, pitaron, abuchearon, abroncaron al torero y llenaron el ruedo de almohadillas.
Cierto, la mansedumbre, no es un defecto, es una condición natural en el toro. Es una de las cosas que hacen imprevisible, veraz y apasionante la tauromaquia. Pero para ella también hay lidia. Lo que ocurre es que cuando se hace constante, como en el encierro de hoy (del que el ganadero no quiso decir palabra). Cuando los encierros no están contrastados con algo de bravura. Cuando no se les lidia porque no se puede, no se sabe o no se quiere, los que pagan la corrida (toda) se sienten con razón defraudados, por unos y otros. Cómo hoy. Basta ya, de echarle siempre las culpas a los toros y las zalemas a los toreros. Todo toro tiene su lidia, y ojo, su muerte que debe ser honorable, honrada, no escurriendo el bulto, pronta y exangüe. Tampoco sucedió hoy. Digámonos la verdad.
Por ejemplo, “Romano” de Montalvo, el sexto bis. Salió fiero, sin dar respiro se llevó a Paco hasta los medios, sí se lo llevó él, defendiéndose como podía con el capote a dos manos y allí le desarmó haciéndole correr a cuerpo limpio en busca de refugio. ¿Es culpa del toro? ¿Lo es qué de allí en adelante, el artista no lo quisiese ni ver y sin lidiarlo le diese tan mala muerte? El único que murió de una estocada fue el tercero. La suerte suprema.
De otro lado las suertes aisladas aprovechando los viajes. Los “detalles”, los “pellizcos”, los “destellos” de que viven tantos idólatras no son el toreo, no hacen su unidad estética, esta es la faena, de principio a fin, del primer lance a la estocada. Pudiéndole al toro (de cualquier condición), resolviendo sus problemas y potenciando sus virtudes, los demás es cuento. Palabrería vana.
Hoy en Las Ventas, los ocho toros que salieron trajeron muchos problemas, cierto, pero no pudieron ser bien lidiados y muertos a estoque como mandan los cánones y decían los carteles clásicos. No solo por culpa de ellos. Urdiales, Ortega y Aguado, naufragaron junto con el encierro. Por eso abandonaron la plaza entre almohadillas y abucheos porque no les salió “el toro que necesitan”.