PANTALLAZOS

¿Y si quitamos a Roca?

viernes, 23 de agosto de 2024 · 23:03

Sí, apago la pantalla, y me quedo pensando... ¿Y si a esta corrida le quitamos a Roca Rey qué queda? Quizá muy poco imagino. Para empezar, en vez del casi lleno, escaso público en el sentimental adiós a Ponce, además los mortuorios traspiés de los danielruiz y la “deslumbrante” pachorra de Aguado en una plaza bostezante. Pero el peruano vino de nuevo, con su multitud, con su emoción, con la faena de la tarde, y viendo indiferente como de nuevo don Matías González le negaba la oreja fuertemente pedida, castigando un pinchazo arriba, previo a la gran estocada.

Era el quinto, no malo, en comparación digo, a los cuatro anteriores y al que saldría luego. “Madrileño”, llamaba, negro chorreado, 572 kilos, ofensivo, cuatreño como todos, pero con exigente casta y más firmes patas. Pese a que blandeó en las verónicas iniciales. José Manuel Quinta, le pasó sin pegarle, apenas insinuando los puyazos. La corrida no se picó. ¡Cómo! Aguado simuló el quite con cuatro chicuelinas y una media enganchada. Punta y Algaba lo lucieron con las banderillas en limpio tercio.

Brindis al público, y de largo cuatro derechas redondas de rodillas en el tercio, ligadas ya en pie con molinete, uno de pecho y un ayudado por bajo estatuario. Ahí, tan tarde, se prendió por fin la cosa escandalosamente. Doce más por el mismo lado en dos tandas con sus broches largos de pecho. El toro acometía con transmisión buscando de salida cazar el trapo que el temple le negaba. Por primera vez en la feria le concedieron la música que la plaza casi llena pedía. Eso es mucho decir. Naturales de factura, un farol y el forzado semicircular aclamado. Y la faena con visos de bravura se fue aún más arriba por la izquierda, con jurisdicción, mano baja, temple y mando.

Epílogo en dos partes, un arrimón de oferta y dominio y luego cuatro manoletinas y dos de pecho. Listo, la Puerta Grande se abría. Cuando el pinchazo en sitio arrancó la exclamación colectiva, pero casi sin intervalo un volapié frentero y un estocadón en la yema tiraron al digno, el único del encierro. Ya dijimos, la pañolada y el griterío no valieron consideración de usía. Saludó Andrés sonriente, negándose a dar la vuelta que le pedían. El arrastre mereció también la ovación que le dieron.

Lo de Ponce fue amor, gratitud y mucha nostalgia por los largos buenos tiempos. Con su maestra solvencia trató los dos sumisos, casi inválidos sin descomponerse en ningún momento. Figura del toreo con el toro y sin él. Al primero, pocacosa y soso le estoqueó pasado y le ovacionaron. El de la despedida “Visitante” Número 37, castaño de 524 kilos, que cayó, cayó y cayó…, se le echó finalmente tras un pinchazo. A Enrique le hicieron dar dos vueltas al ruedo muy conmovido. Tantos años, tantos recuerdos.

Los dos de Pablo Aguado, fueron tan inútiles como los de Ponce y el primero de Roca, los manejó con su consabida delicadeza y parsimonia (mucha). Algo de estilo por aquí, algo de temple por allá, algo de postura por acullá. Esparcidos en un desierto emocional. Al tercero lo descabelló sin estoquearlo, y le aplaudieron ¡En Bilbao!  y al sexto le puso la espada de través, tarda, para salir a saludar.