PANTALLAZOS

El soslayado

Por Jorge Arturo Díaz Reyes
lunes, 21 de abril de 2025 · 21:21

Los binacionales domecqs de Virgen María, llegaron al coliseo ligeritos de romana (522 kilos promedio) y repartidos de fuerza y casta. La mitad medio inválidos y sosos (que no salgan a decir ahora que los agobiaba la romana), y los otros; tercero, cuarto y sexto bravos y firmes.

No se les picó mucho, a ninguno, prácticamente nada, pero se les dio la oportunidad de ir de largo al caballo. Los que la honraron, dieron lidia y se fueron ovacionados en el arrastre. Dos de ellos conformaron el lote de Fernando Adrián, para quien la única puerta de salida en las plazas que pisa es la grande. Vean su prontuario. Pero no fue solo por las virtudes de su lote, fue por él mismo, por su capote, su muleta y su espada.

Torero de garantía inexplicablemente soslayado por las empresas. O mejor explicablemente, sabiendo de los intríngulis y compromisos oficinescos que hacen a otros menos graciosos pajaritos de toda boda.

Le correspondieron al de Arganda, los dos de más cuajo y cabeza. Pero el cinqueño sexto “Palaciego” fue el de la tarde, la feria y el triunfo. Tras las siete verónicas, las primeras cuatro genuflexas, y la revolera, fue pronto y de largo al caballo del certero Alberto Sandoval. En la segunda se arrancó desde el platillo haciendo ovacionar al picador.

Blanco y Valladar le parearon con decoro. El brindis al empresario Juan Bautista Jalaberth, merecido por haberlo contratado. Luego las dos rodillas en los medios para recibir el galope por la espalda y engarzarlo con cinco derechazos en redondo y uno de pecho, ya en pie, que reventaron el tendido. Y por ahí se fue la faena, emotiva, jaleada, musicalizada por méritos compartidos de toro y torero. Cinco tandas compactas, de embestidas hambrientas, trazo largo y mano baja. Las dos últimas por naturales, y otra más, larguísima, de dominio total que comenzó en la media distancia y acabó desplantada entre los pitones. Tres ayudados abajo, el de pecho, la igualada y el estocadón atracándose de toro que lo rodó cerraron en fiesta la corrida y la feria.

Con el tercero, “Florero”, había estado si no mejor, igual. Generoso, templado y mandón en las series diestras, aunque menos en las siniestras. Abrochó con cuatro bernadinas cambiadas y arrimadas. El pinchazo arriba sin soltar y la estocada pasada pero letal le dieron la oreja.  

A Perera, le ganó la necesidad del triunfo. Cuando el toreo no es un fin sino un medio, se nota. Tuvo uno de los mejores toros, el cuarto y lo lució con oficio y solvencia, pero a la hora de matar, impreciso. Le pinchó dos veces y le estoqueó bajo. Encima se dio una vuelta por su cuenta. 

Paco Ureña, frente al par más estulto. Trastabillantes y sosos. Les muleteó al unipase, templado y pausado en medio del aburrimiento general y los mató mal. Dos pinchos y una espada vertical al uno tras aviso, y espada baja tras aviso al otro. Cometió además dos errores de criterio, brindar el protestado segundo y alargar innecesariamente sus bregas.