POR MONTERA

La trampa del falso ecologismo: cuando la naturaleza mal gestionada se convierte en amenaza

Por Sergio Hueso
domingo, 10 de noviembre de 2024 · 11:07

Vivimos en una sociedad atrapada en un ecologismo de caricatura. Nos han hecho imaginar que las plantas sienten y actúan como si tuvieran conciencia humana y que los animales conversan como si fuéramos personajes de una película animada. Esta visión idealizada y simplista termina promoviendo, de manera indirecta, catástrofes como la reciente DANA que ha golpeado a varias localidades de la Comunidad Valenciana con una furia devastadora.

Es innegable que debemos reducir la contaminación y las emisiones, eso está claro. Pero no podemos permitir que el miedo a "dañar la vegetación" justifique la falta de limpieza en los cauces de los ríos, lo que ha sido, en gran parte, responsable de que tras las crecidas, la vegetación y los residuos acumulados hayan arrasado con las poblaciones, dejando un rastro de destrucción. Buscando salvar una vegetación que, en este contexto, se convierte en un riesgo, terminamos lamentablemente sacrificando vidas humanas. Algo, claramente, está fallando.

Este falso ecologismo no es algo nuevo. Recordemos cuando se prohibió cazar lobos: una medida que ha traído serias consecuencias para los ganaderos, quienes ven cómo sus animales son atacados y sus esfuerzos diezmados, mientras aquellos que legislan desde un despacho y desconocen el campo dictan normas sin conocer las realidades que se viven fuera de las ciudades.

Hay algo profundamente erróneo cuando el ecologismo, cuyo propósito debería ser mejorar nuestra calidad de vida y proteger el entorno, se convierte en un obstáculo, destruyendo dehesas e, incluso, cobrando vidas humanas.

Y que no se malinterprete este mensaje: no negamos la gravedad de las lluvias torrenciales en Valencia y otras zonas afectadas. Las lluvias fueron, sin duda, intensas. Pero cabe preguntarse si, con cauces limpios y una política medioambiental más realista, algunos de los daños y pérdidas no podrían haberse evitado. Hoy, el pueblo español se ve rodeado de barro, y nos queda el amargo interrogante de si se podría haber hecho algo diferente.

 

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