POR MONTERA
Una imagen vale más que mil palabras
Una de mis costumbres matinales mientras desayuno es echar un vistazo a Twitter y visualizar las principales crónicas de las firmas que acostumbro a leer. Pero el otro día una imagen que salió en Twitter me detuvo, y no poco tiempo. Es la fotografía que ilustra esta misma columna.
Es Domingo González (mayoral de Baltasar Ibán) con los ojos arrasados por lágrimas tras ver arrastrar a “Bastonito”. La belleza de esta imagen solo esta al alcance del entendimiento de quienes dan la vida durante cuatro años para ver lidiar el producto ven nacer en una plaza de la categoría de Madrid. Esos ojos envueltos en lágrimas solo son el reflejo de la alegría de ver la entrega de un toro con el que él ha convivido desde que lo parió la vaca hasta que lo bajo del camión en esa misma plaza.
Muy pocas veces hablamos de la labor de estos hombres en una ganadería, siempre trabajando en silencio y en la sombra. Pero solo ellos junto con el ganadero son los que más horas pasan con los animales en la finca. No son simples cuidadores, son guardianes de una tradición milenaria, depositarios de la esencia del toro bravo.
Gracias a esta imagen, me apetece mencionar también a los fotógrafos taurinos, de los que tan poco o nada se habla. Grandes profesionales la mayoría de ellos, y que muchos trabajan por una afición desmedida que le tienen al mundo del toro. Detrás de cada fotografía taurina se esconde la mirada experta y la pasión de un fotógrafo que busca inmortalizar la belleza, la emoción y la esencia del toreo. Personas calladas, que se esconden tras el objetivo refugiados en silencio en el callejón, pero que no dejan escapar cualquier detalle. Son los encargados de capturar momentos únicos e irrepetibles, convirtiéndolos en un legado visual para la historia taurina. Que poco valoramos su trabajo, y que necesario es. Si no existiesen, nos hubiésemos perdido muchísimos momentos a lo largo de toda la historia taurina, que solo ellos han sido capaces de inmortalizar a través de sus cámaras.
Últimamente, y no me duelen prendas en decirlo, se les está perdiendo el respeto en muchas ocasiones. A menudo vemos imágenes de cualquier fotógrafo publicadas en una cuenta “random” en Instagram o cualquier red social sin pedirles el debido permiso, y en la que les cortan la firma. Además, no pierden el tiempo ni siquiera de mencionar a la persona que ha sido capaz de tomar esa instantánea. Me parece este, un acto vulgar y que atenta contra el tremendo trabajo que conlleva cargarse la cámara al hombro cada tarde (materiales muy caros de mantener, por cierto), asistir al festejo, colarse por todos los entresijos de la plaza con el objetivo de sacar las mejores instantáneas, y tras el festejo dedicar a editar el contenido hasta altas horas de la madrugada. Y al día siguiente, más de lo mismo…
Una labor, que desde luego sin afición y locura sería inviable soportar. Pero considero que mínimamente y por respeto a todos los profesionales, el nombre de quienes realizan este minucioso trabajo debe ir siempre por delante.