OPINIÓN

Máximos y mínimos

jueves, 21 de junio de 2018 · 00:00

Aunque parece que ya ha bajado algo el ritmo, hemos vivido unas semanas de vértigo, sucediéndose los acontecimientos con una velocidad asombrosa, dándose el caso de tener en menos de quince días hasta dos gobiernos y tres ministros de Cultura y Deporte, dada nuestra proverbial afición a hacer las cosas deprisa y corriendo, de cualquier manera y sin leer la letra pequeña. Válgame Dios.

Llegó Máxim Huerta, que para haberse declarado nada afín al ejercicio físico batió un récord, convirtiéndose en uno de los ministros de más corto recorrido que se recuerde, permaneciendo en el cargo menos de una semana, y eso que por medio hubo viernes, sábado y domingo. A poco que las circunstancias ayuden, será el Bob Beamon de la brevedad al frente de un Ministerio. Y de paso, dejó claro que donde las dan las toman y que no hay que querer para otro lo que no quieras para tí.

Y tras el esperpento de Huerta llegó a suplirle José Guirao, de perfil totalmente opuesto al de su antecesor, con una amplia y reconocida experiencia en el sector de la gestión cultural, donde ha ocupado diversos puestos de relevancia (entre otros cargos ha sido director general de Bellas Artes y Archivos del Ministerio de Cultura, con su buena amiga Carmen Alborch como ministra de Cultura y máximo responsable del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía), pero, ay, también con la amenazante sombra del antitaurinismo a su espalda, pese a que es es patrono de distintas fundaciones, entre otras las de Federico García Lorca y Antonio Gala, ambos nada sospechosos de fobia taurina, sino todo lo contrario.

No tardaron en aparecer declaraciones suyas en las que dejaba claro que no era simpatía precisamente lo que profesaba a la fiesta nacional, afirmado estar en contra de la Tauromaquia, al tiempo que ha asegurado que la soberbia humana es la culpable de todo. O que las corridas de toros son un juego primitivo, que “Estamos ante la necesidad de un cambio antropológico radical” y que apoyará todos los proyectos y todas las iniciativas que se alcen a favor de los animales. Por no hacer larga la lista.

No es, desde luego, la mejor tarjeta de visita, pero hay que apelar a su formación, que la tiene, y a su nuevo cargo, en el que debe defender lo que no es sino una manifestación más de nuestra cultura que, además, es patrimonio histórico y cultural de España y protegida por la ley.

Victorino Martín, como presidente de la Fundación del Toro de Lidia - lo más parecido que tenemos a un órgano aglutinador de la cosa taurina- se apresuró a escribir una carta abierta a Huerta El Breve, recordándole que la tauromaquia está incluida en la protección que la Constitución otorga al hecho cultural. Y lo mismo tendría que hacer con Guirao, explicándole, y para eso tiene el libro Los Toros son Cultura, la influencia que la fiesta taurina ha tenido, y tiene, en prácticamente todas las actividades del hombre desde que este aparece sobre la faz de la tierra, aportando, además, opiniones en este sentido de multitud de grandes nombres y personalidades de la literatura, música, cine, teatro, deporte, política, etc.

Y que este espectáculo -universal, por otra parte, y en este sentido se aportan testimonios de personalidades como Ernest Hemingway, Charles Chaplin, Bud Boetticher, James Dean, Sharon Stone, Francis Wolf…- no puede ser etiquetado ni como reciente -sus orígenes se encuentran en la prehistoria-ni como de un determinado signo político, pues grandes aficionados y profesionales del toro hubo a uno y otro lado: Ortega y Gasset fue uno de los redactores del Manifiesto Republicano, Alberti, Picasso o Chaplin, comunistas, Tierno Galván, alcalde socialista de Madrid, no sólo fue un gran aficionado, sino que hasta escribió un libro sobre tauromaquia… en tanto que se pueden considerar como conservadores a personajes como Cela, Dalí, Ussía, etc., con lo que queda claro que se trata de un arte universal y sin fronteras ideológicas. Miguel de Unamuno, de quien no se puede decir que fuese precisamente aficionado -siempre criticó el mucho tiempo que los españoles perdían hablando y discutiendo de toros- dejó dicho que le parecía un disparate prohibir las corridas de toros, pues “son el compendio de todas las bellas artes y de ellas es la más ortodoxa, pues es la que más prepara el alma para la contemplación de las grandes verdades”. Algo que debería ser contemplado como una máxima y tenido muy en cuenta, como mínimo.

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