PACO DELGADO

El día que se acabaron los toros

jueves, 30 de enero de 2020 · 06:43

La prensa americana, tan original y rápida, tan influyente y de tan largo alcance, denominó al 3 de febrero de 1959 como “El día que murió la música”, en alusión y tributo a Buddy Holly, el compositor y guitarrista cuyo avión se estrelló en Iowa aquel funesto día. Pese a la enorme trascendencia que tuvo el 16 de mayo de 1920, la frase de Rafael Guerra -”Se acabaron los toros”- no tuvo la repercusión de aquella. Pese la tremenda conmoción que produjo en su día la muerte de Gallito y el inmenso legado que dejó. Pero así está hecho este mundo cruel y en España, y menos en el mundo taurino, somos dado a valorar poco lo nuestro.

Sea como fuere, este año se cumple el centenario de la trágica y fatal cogida de Joselito, para muchos el más grande torero que ha pisado los ruedos, y muchos serán los homenajes y recordatorios que se le hagan. Como los que se celebrarán en Valencia para fallas, no en vano el coso de Monleón fue una de sus plazas favoritas y en su ruedo actuó once ves como novillero y cuarenta y nueve como matador. Nada más y nada menos. Y en tan solo diez años: desde mayo de 1910 a mayo de 1920, cuando el 13 de ese mes toreó por última vez en la ciudad del Turia.

Desde luego el coso valenciano vivió grandes tardes del torero sevillano, que, ya como matador, no tuvo reparo en torear todos los años en la feria de julio -entonces no existía aun el serial fallero- tomando parte cada temporada en todas o casi todas las corridas incluidas en aquel ciclo, haciéndolo además en algún festejo anterior y muchas veces en octubre -en varias ocasiones como único espada- y en festivales. Igualito que ahora.

Tanto tirón tuvo en Valencia que se fundó una peña para él: “El Gallinero”, promovida por Juan Romero, amigo de Rafael El Gallo, siendo su primer presidente Genaro Palau, profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, y ubicada en la plaza de La Pelota (hoy Mariano Benlliure), en el piso alto de una cervecería llamada “El León de Oro”, desaparecida en 1947 para ceder sus dependencias al Círculo de Bellas Artes.

Hijo, hermano y nieto de toreros, fue un niño prodigio del toreo y los ganaderos se peleaban para que acudiese a sus tentaderos.

Antes de los 13 años ya mató un eral y cuando los cumplió hizo su debut en público, en Jerez, junto a José Puerta y José Gárate “Limeño”, con quien formaría la famosa cuadrilla de Niños Sevillanos, cuya presentación en Valencia tuvo efecto aquel 5 de mayo de 1910, repitiendo tres veces ese mismo año y dos más en el siguiente, acabando siempre el papel.

Torero largo, poderoso y dominador de todas las suertes. Completo de los pies a la cabeza, como le describía el Cossío. Fue el primer diestro de la historia en superar la barrera de los cien festejos por temporada, gesta -piensen que entonces no había las carreteras y autopistas de hoy, ni el tren ni el avión...- que logró en las campañas de 1915, 1916 y 1917, con 102, 105 y 103 festejos estoqueados respectivamente.

Como sucede a todos los toreros, el alcanzar la cúspide le valió también la crítica acerada y cruel de sus detractores, y lo que consideró un trato injusto y exagerado por parte de la afición madrileña le hizo ir a Talavera de la Reina para torear mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. Fue el 16 de mayo de 1920 y en quinto lugar se enfrentó a Bailador, de la viuda de Ortega, torillo terciado y reparado de la vista que, de manera inimaginable, terminó con su vida. Se acabaron los toros, dijo entonces El Guerra.

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