PACO DELGADO

Fase cero

jueves, 4 de junio de 2020 · 09:17

Poco a poco, mucho más lentamente de lo que a todos nos gustaría y a casi todos desearíamos, la epidemia provocada por el coronavirus se va, al menos, controlando y permitiendo que la vida, en la medida de los posible, vuelva a tener algo de la normalidad perdida.

Pero mientras España avanza en esa batalla por eliminar los efectos del virus -”desescalada”, es la palabra que se han inventado para denominar al proceso de progresiva eliminación de la pandemia-, con zonas y comarcas a las que se permite según qué cosas en función del número de contaminados, nuevos contagiados, etcétera -no es fácil ni sencillo entender ni el criterio empleado para determinar a qué fase accede tal ciudad o cual Comunidad ni las explicaciones que los técnicos pertinentes nos dan para ello-, el mundo del toro permanece en lo que se podría calificar aún como zona cero. Sin actividad alguna y sin que haya nadie que de cuenta de algo que no sea la suspensión de ferias y más ferias.

Lo que tanto temían los irreductibles galos de Uderzo y Goscinny, que el cielo cayese sobres sus cabezas, ha terminando ocurriendo en el sector taurino. De repente, un mal día, España se ve amenazada por un virus de muy perniciosos efectos y con un muy preocupante poder de propagación y la actividad se paraliza.

Y en esta actividad se incluye, naturalmente, a la taurina, cuya temporada no tiene tiempo apenas de arrancar, y sufriendo el sector una crisis nunca antes ni siquiera imaginada, con ferias y festejos suspendidos, profesionales sin poder ejercer su profesión, ganaderos teniendo que malvender sus productos y los aficionados teniendo que tirar de archivo para satisfacer su afición. Un desastre.

Sin embargo, con todo, lo peor no es eso. De repente la gente del toro se da cuenta de su invisibilidad para con la Administración, que sólo se acuerda de la tauromaquia para recaudar impuestos. Y se hace patente, otra vez y desgraciadamete, la falta de unión entre los distintos estamentos taurinos. cada uno hace la guerra por su cuenta y nadie parece pararse a pensar que o juntos o muertos.

Y de golpe afloran las carencias -la primera, un órgano gestor que aglutine a todos y cuyas decisiones se acaten unánimemente y de oficio; se involucre y convenza a las distintas administraciones públicas, con las que se sigue estando de espaldas y a las que viene muy bien acordarse de los toros sólo cuando les interesa, salvo honrosas excepciones; no habido modernización de las estructuras publicitarias y de comunicación con la sociedad actual; las bases del negocio siguen ancladas en el siglo XIX...- y el salir a flote cuesta muchísimo más.

Casi tres meses después de la hecatombe todavía nadie ha ofrecido un plan de viabilidad ni, lo más preocupante, nadie parece querer ponerse a trabajar para construir un muro de contención que evite futuras riadas como la que se ha llevado por delante la campaña de 2020. Sólo iniciativas a título individual, muy de agradecer, pero que sólo apuntan a salvar los muebles y sin que aporten claves para resolver el problema de fondo.

Es ahora cuando habría que mirar más allá y trabajar no sólo para evitar que las consecuencias de un fenómeno como el que nos asola se repitan, sino para plantar las base que hagan de este espectáculo algo mucho más sólido y fuerte, y que su esencial y destacado carácter cultural sirva en la práctica para que un virus no nos arruine con tanta facilidad.

Seguimos en la fase cero y a ver cuando pasamos al siguiente nivel...

 

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