PACO DELGADO

Tampoco Algemesí

jueves, 24 de septiembre de 2020 · 08:00

No ha podido ser. El coronavirus también se llevado por delante la semana de toros de Algemesí, el serial más importante y destacado de todos cuantos tiene como base al escalafón novilleril y el que ha servido de base y modelo a todos los muchos que se han creado después a su imagen y semejanza.

Esta semana tendría que haber levantado el telón la Feria de las Novilladas. La desencajonada de los novillos a lidiar hubiese sido el primer acto de una fiesta que hace que, a lo largo de nueve días, y sin otro motivo religioso o civil que la tauromaquia, una ciudad entera se paraliza y viva única y exclusivamente por y para los toros. Un ejemplo de respeto no sólo a la tradición, sino a la voluntad popular.

Cuando en muchos otros lugares avanza la marea intolerante e intransigente de prohibiciones y restricciones en pro de lo políticamente correcto, en Algemesí se mantiene la tradición democrática y si el pueblo quiere bous, bous tiene. Si la gente quiere toros, toros tendrá. Como debe ser y como muchos otros deberían aprender.

Contrasta este comportamiento y sentimiento -ahora el equipo de gobierno de su Ayuntamiento es socialista, pero ha sido así desde tiempo inmemorial, con unos y con otros- con la actitud de los grupos más radicales del pueblo, que, también año tras año, provocan altercados y alteran el pacífico y festivo disfrute de esos días pidiendo que se prohíban los toros. Lo que a mí no me gusta, que lo prohíban. Actitud claramente antidemocrática en quienes, encima, tildan de facha a todo aquel que no piensa como ellos. El mundo al revés.

Por otra parte, su peculiar y singular  plaza es otra seña de identidad que, por primera vez en muchos años,  no se ha convertido en el centro neurálgico del pueblo. Una construcción de cuerda y madera, ejemplo único de la arquitectura rural, que se monta tramo a tramo cada año por las distintas peñas de la ciudad y que han pujado en la subasta de dichos tendidos y que proporciona el presupuesto para el montaje de este ciclo.

Pero ya en primavera, cuando no se pudo llevar a cabo aquella subasta, las cosas empezaron a pintar mal y, desgraciadamente, se ha confirmado la desgracia y ni hay toros ni, claro, plaza.

Contrasta este año pasear por las calles de Algemesí, hace un año por estas fechas, llenas de gente, muchísima llegada de fuera -de Valencia, de los pueblos de alrededor, de Albacete, de Alicante, de Murcia, de Madrid... pero también muchos de Francia-, con un ambiente extraordinario, con la soledad que ahora las hace desconocidas para quien sólo las conoce en la Setmana de Bous.

Pero, como todo, esto pasará y la afición volverá a disfrutar de esta feria única. Nueve festejos para una población de unos treinta mil habitantes la convierten, porcentualmente, en la más importante de cuantas se celebran no sólo en España, si atendemos a la proporción habida entre habitantes y funciones. Y si nos fijamos en la composición de sus carteles, es palmario que así es, que nos hallamos ante la feria más importante y destacada de cuantas se dan teniendo como base el escalafón novilleril y la promoción de nuevos valores. Por número de novilladas, por tradición, por historia, por sus carteles, por las ganaderías que aquí se lidian, por cómo se trata a los novilleros, por cómo responde la gente... no hay duda de que estamos ante la feria más importante de cuantas se dan con novilleros.

Habrá otras que puede que se den en plazas de obra, incluso cubiertas; otras que estén organizadas por las empresas de plazas de primera y que buscan cumplir con lo ofertado en el pliego de condiciones que les sirvió para obtener dicha gestión; las hay que se montan con la ilusión de todo un pueblo y con respaldo municipal... en fin, que son muchas las que se celebran con similares características, pero ninguna -y cuando digo ninguna lo hago para recalcar esa exclusión y diferencia- puede compararse a esta de Algemesí.

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