VIENTO DE LEVANTE

Hora de ilusiones

jueves, 7 de enero de 2021 · 09:52

Es enero mes de arranque. Marca el inicio de un nuevo año, de una nueva temporada y, así sería de desear, de una nueva época. Una era en la que, no sólo en la tauromaquia, brillasen de nuevo valores idos hace tiempo.

Va a ser difícil también el año que ahora empieza. Que nadie crea que la pesadilla ha terminado. Ni hablar. Esto va para largo y todo indica que ya nada volverá a ser igual ¿Peor? ¿Mejor? Eso está por ver, pero, desde luego, distinto.

Aunque en nuestras manos está el que la moneda caiga de un lado u otro.

Decía César González Ruano, uno de los más brillantes columnistas que la prensa española ha tenido el honor de disfrutar y compartir, que hay temas recurrentes y de los que echar mano periódicamente. La estampa costumbrista de las castañeras y el frío que no llega (o aparece antes de tiempo) para invierno; el resurgir de la naturaleza en primavera; las socorridas serpientes de verano, en los meses estivales o la melancolía y tonos ocres y dorados del otoño lánguido y melancólico. Tópicos que su ingenio y maestría convertían en piezas maestras.

Tópicos en el toreo los hay a miles, y se manejan con frecuencia y asiduidad. Frases hechas, proverbios y refranes que, casi de generación en generación, se renuevan y repiten, dándoles la categoría de cosa cierta y probada.

No es la menos frecuente (el primer puesto se lo lleva aquello de que esto se acaba...) el aserto de que el principal enemigo de la fiesta está dentro. Y hay veces, muchas, esa es la triste verdad, que así parece ser y descorazona y desanima el comprobar tantas veces que se lanzan muchas piedras contra el tejado propio. Una techumbre frágil, ajada  y maltratada por el paso del tiempo y que necesita una urgente reparación y saneamiento para que siga aguantando los rigores del desgaste propio del transcurso de los años.

Es por ello, que llegadas estas fechas, no sea síntoma de flaqueza el hacerse ilusiones acerca de una serie de medidas, actitudes y conductas cuya puesta en marcha serían de no poco beneficio para un edificio que necesita imperiosa renovación.

Y si -ya que nos ponemos, hagamos las cosas por su orden y con lógica- se empieza por los cimientos, habría que consolidar estos con la puesta en marcha de un órgano aglutinador y director de todos los estamentos del toreo, en el que estuviesen todos representados y todos acatasen las decisiones tomadas. Seguir haciendo la guerra cada uno por su cuenta -aunque se trate de vender lo contrario- es dar mucha ventaja a un enemigo que ahora cuenta con importantes apoyos y logística.

Hay que conseguir que el espectáculo taurino deje de ser denigrado y considerado como algo deleznable. Es preciso que su presencia en los medios de comunicación, especialmente en la televisión en abierto, sea habitual y no se siga intentando hacer creer a la gente que esto es una práctica bárbara y salvaje. Es cultura y es precisa su divulgación como tal.

Hay que buscar financiación externa y conseguir que haya publicidad y visualización de los toros más allá de los límites de su propio entorno. Que los ingresos no vengan sólo de la taquilla.

Que la política no se sirva de la tauromaquia para sus propios fines -ahora mismo sólo se habla de toros en ese ámbito para dividir y hacer desaparecer lo que se entiende por España-, que se aplique la ley, que en su letra y espíritu defienden esta actividad tan legal como la que más y que, por encima de todo, quienes viven del toro lo hagan también para el toro. El egoísmo tiene buena parte de culpa de lo que pasa.

 

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