VIENTO DE LEVANTE

Luz de gas

jueves, 29 de julio de 2021 · 07:02

La resolución, y antes los planteamientos y teorías de los taurinos, del concurso de Valencia deja bien a las claras en manos de quien está el negocio y qué se puede esperar para el futuro de un espectáculo que es mucho más que eso.

Como en en la obra de teatro de Patrick Hamilton, popularizada por sus versiones cinematográficas posteriores, esa forma de abuso psicológico que consiste en manipular la percepción de la realidad del otro, para que dude de su propio criterio y actúe de manera que favorezca los intereses del mismo manipulador, ha sido el leiv motiv del último concurso de arrendamiento de la plaza de toros de Valencia.

Primero se utilizó para influir en la opinión pública, pregonando a los cuatro vientos el abuso que cometía la corporación valenciana al fijar un canon por la cesión de un inmueble de su propiedad.

Maltrato contra la tauromaquia, decían, trato obsceno para el toreo, apuntaban, tratando de obtener un alquiler a coste cero y beneficios sólo para el inquilino, sin tener en cuenta que la Diputación tiene unos estatutos en los que se fijan los mínimos que debe recaudar por ese contrato y cuyos beneficios van a para a obras que debe atender y para la que, precisamente, se levantó esta plaza próxima a cumplir 170 años.

Luego se buscó mediatizar incluso a la  grey empresarial, haciendo ver la inviabilidad de una plaza que exige hacer frente a un pago, queriendo disfrazar el concurso en subasta y basando todo su discurso en lo exagerado y hasta disparatado que era tener que pagar 150.000 euros -50.000 menos que en el concurso anterior y sin decir que con unos ciertos beneficios con los que prácticamente se cubre ese montante- y queriendo obtener de la patronal un consenso para que nadie optase a ser empresa en Valencia. Estratagema que ya se utilizó,  por cierto,  cuando quedó vacante el despacho de Las Ventas, y que ahora no coló, siendo varias al final las empresas que presentaron sus ofertas.

También se desmonta la teoría de la subasta organizada por la propiedad de la plaza, cuando son los propios concursantes los que se limitan a ofrecer dinero a cambio de la concesión. Un dinero que llegó a triplicar el mínimo que se pedía de salida y que en todos los casos fue superado ampliamente por los aspirantes a gestionar el coso de Monleón.

Si se repasan las distintas plicas queda claro que es el empresariado taurino quien transforma el concurso en subasta, puesto que todos los licitantes se atuvieron a los mínimos pedidos en la hoja de condiciones exigidas, logrando todos 90 sobre 100 puntos en los apartados ajenos al canon, auténtico caballo de batalla de este litigio.

Y no pocas fueron las voces que clamaron contra la aparente nula influencia de la oferta artística, cuando a la hora de la verdad nadie salió diciendo que se iba a luchar para que la de Valencia volviese a ser, de verdad y con argumentos, plaza de temporada.  Nadie ofertó recuperar funciones ya parece que perdidas irremediablemente y que hasta no hace tanto daban esa consideración de coso de temporada al de la calle Játiva. Nadie se ofreció a realzar la celebración de una de las fechas clave del calendario taurino en esta ciudad, la del Día de la Virgen. Nadie se echó para adelante para recuperar como feria estrella de julio al serial de San Jaime, que tanto parece molestar y al que están dejando morir de inanición. Nadie quiso saber nada de volver a contar con una tercera feria de importancia y reforzar el ciclo que con motivo del Día de la Comunidad Valenciana se da en octubre y que enlaza con otra fecha tradicional, el Día del Pilar. Nadie se acordó de que en agosto, aprovechando el turisteo, se daban corridas de toros. Nadie dijo nada de que veinte son pocos días para explotar una plaza como esta. Nadie... sólo la Dipu es la mala.

Al lado de nuestros taurinos, Paul Mallen, el protagonista de Luz de gas, es un inocente monaguillo.

 

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