VIENTO DE LEVANTE

Algo no funciona

jueves, 30 de septiembre de 2021 · 07:24

Pese a que ya se perciben signos evidentes de mejoría, de una, si no vuelta a la normalidad, sí de una clara recuperación -y a la vista está el elevado número de funciones que se han dado este verano-, algo no termina de encajar.

El mundo de los toros sigue pugnando por salir del atolladero en el que la pandemia le encerró y aún cuando los indicativos parecen marcar que lo peor ha pasado, el sector sigue acusando los graves efectos que provoca su  falta de organización y déficit estructural.

Y eso que para nada se puede comparar la situación que se vive ahora mismo con lo que hace uno año estaba cayendo. Pero no hay que dejarse llevar por la ilusión o las ganas. La realidad es terca y muy difícil maquillar lo evidente. A la vez que peligroso, si bien un genio como Nietzsche ya explicaba que la mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano. Claro que una mentira no tendría ningún sentido a menos que sintiéramos la verdad como algo peligroso. Y lo bien cierto es que el negocio taurino anda en la cuerda floja.

Muchos son los frentes abiertos, que no parecen cerrarse para poder iniciar esa tan necesaria como urgente regeneración. Ahí tenemos a cierta parte de nuestra clase dirigente haciendo la vida imposible a profesionales y aficionados; la desidia (o puede que desinterés interesado) de los responsables de la cosa taurina y una largo etcétera sobre el que ya se ha llorado y advertido con machaconería e insistencia. Pero nada parece afectar a quien trata de apurar hasta las heces el cáliz que le ha sido concedido.

Entre las últimas y varias desgracias hay que apuntar con lápiz rojo el enfrentamiento entre las asociaciones de profesionales, con amenazas, denuncias y coacciones varias y con muy mala pinta, como si alguien quisiese tener el control absoluto sobre todo y sobre todos, de manera dictatorial y despreciando a quien no esté con él.

Por otro lado sigue observándose un hasta descarado menosprecio por la torería, haciendo de menos a quien no anda en las alturas o en manos privilegiadas. Toreros, y novilleros, y rejoneadores, que están haciendo méritos de sobra para ser tenidos en cuenta, sobre todo en estas dos últimas tan difíciles temporadas, ven con desesperación que sus esfuerzos y logros caen en saco roto y en los carteles siguen figurando los de siempre.

Es el caso de los Sánchez Vara, Fernando Robleño, Gómez del Pilar, Juan Leal, Sergio Galán, etcétera. Dando la cara donde haga falta y sin la recompensa que sería menester y justa. Y, claro, Sergio Serrano, uno de los toreros más capaces de ahora mismo. Típico representante de la torería manchega cuyo modelo bosquejara Pedrés y cuyos últimos detalles cincelara y matizara Dámaso.

Y lo suyo viene de lejos, demostrando carácter, valor, empaque, temple y conocimiento desde que hace ya más de una década se convirtió en matador de toros, siempre que se le ha puesto se ha justificado más que de sobra. Pero cada nueva campaña era volver a empezar. Empezar de cero, no valiendo apenas lo hecho el año anterior. Ya pasó en 2020, cuando fue uno de los destacados y se le metió en 2021 en el pelotón de los de relleno, plazas menores y corridas imposibles. Pero volvió a dar la cara. Y la talla. Una talla enorme, que le llevó a ser uno de los grandes destacados de los festejos celebrados este año en Las Ventas, lo que no le sirvió para estar puesto en los carteles de la feria de Otoño, con mucho más relumbrón y focos. También ha sido el gran suceso de la feria de Albacete, una de las más importantes de este curso, en la que se enfrentó a una muy exigente corrida de Victorino y de cuyo examen salió con un sobresaliente. ¿Valdrá eso ahora para algo? Si no es así, desde luego, en este negocio hay otra pieza más que no funciona.

 

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