VIENTO DE LEVANTE

Causa y efecto

jueves, 27 de enero de 2022 · 07:30

Hace unos días la nueva empresa gestora de la plaza de toros de Valencia, cumpliendo el obligado trámite que establece el pliego, presentó las combinaciones de lo que será la feria de fallas de este año.

Paso previo a lo que será la presentación oficial y pública de unos carteles que suponen la recuperación del serial fallero, desaparecido del calendario desde 2019 y que debido a la pandemia, y a que la anterior empresa no consideró rentable organizar con la sensible reducción de aforo establecida por las autoridades sanitarias de la Comunidad Valenciana, se evaporó.

También ahora Nautalia, la nueva sociedad responsable del coso de Monleón, se ve influida por las consecuencias del coronavirus y su nueva variante, por lo que se ha acogido a la posibilidad dada por la Diputación, propietaria del inmueble, y ofrece un serial de extensión más reducida de lo que venía siendo habitual desde hace un tiempo y hasta que el bicho nos fastidió a todos.

Cuatro corridas de toros, otra de rejones y dos novilladas, una picada y otra para alumnos de escuelas, es como ya saben de sobra, el programa ofertado para la recuperación de la primera gran feria de la temporada y que hasta hace relativamente poco no era mucho más extensa de la que esperamos disfrutar tres años después.

No han faltado voces que ya critican a la nueva empresa por esta reducción, legal y prevista como digo, de un ciclo que se desfasó y sobredimensionó claramente al tiempo que la plaza valenciana, abierta tradicionalmente de marzo a noviembre y con festejos casi todos los domingos y fiestas de guardar, amén de celebrar otra gran feria en julio -la verdadera gran feria de Valencia- y no pocas funciones en agosto y hasta octubre, perdía su carácter de temporada para convertirse, como la de cualquier otra capital de provincia sin la tradición ni afición de esta, en un recinto reservado únicamente para utilizarse en un muy reducido y concreto número de fechas.

El acopio de plazas en manos de un muy reducido número de empresarios hizo que les fuese más cómodo el trabajar por ferias que por campaña y prácticamente se ha logrado que desaparezca el concepto de plaza de temporada, de las que sólo queda ya la Monumental madrileña. Y ya veremos hasta cuando…

Sea como fuere, lo bien cierto es que también son muchos los que claman por la ausencia de nombres en esta feria fallera del reencuentro. Algo normal si se tiene en cuenta el número de puestos disponibles y el que se trata de un evento en el que tienen que estar los más destacados, como consecuencia natural de la pérdida de aquella condición temporal que permitía que prácticamente todo el escalafón pasase por el ruedo valenciano.

Pero ahora sólo hay sitio para unos pocos y la lógica, y el negocio, dicen que deben ser los que más público atraigan. Por eso se ha contado con el gran destacado del pasado año, Morante, con los dos diestros que tras el de La Puebla sobresalieron en el ejercicio anterior, José María Manzanares, que además es de la tierra, y Emilio de Justo, dos figuras de la talla de Roca Rey, uno de los toreros mas taquilleros de ahora mismo, y El Juli; dos diestros que han ilusionado y deben confirmar sus aspiraciones, Juan Ortega y Pablo Aguado, y un torero muy del gusto del aficionado y que abre cartel para Manzanares, Urdiales. Se completa la nómina con los tres encargados de lidiar el encierro de Victorino: Antonio Ferrera, otro de los que a lo largo del año pasado estuvo entre los mejores, como Daniel Luque, y Román, al que se da de nuevo un voto de confianza y cariño.

Faltar, claro que faltan. Así, a bote pronto, se echa de menos a Ureña, a Ginés Marín, a Garrido y hasta a Sergio Serrano, siempre dando la cara y uno de los nombres importantes en estas dos últimas y tan difíciles campañas y que merecía recompensa.

No pueden estar por esa limitación espacial, pero deberían, y si hubiese temporada tendrían que torear. Y no sólo en Valencia.

 

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