VIENTO DE LEVANTE

Morantiana

jueves, 6 de octubre de 2022 · 06:03

Aunque no con el ritmo, frecuencia e intensidad con que lo hizo en la campaña anterior, en 2022 Morante de la Puebla también es uno de los grandes protagonistas de la temporada y sigue dando que hablar. Y haciendo afición.

Unas semanas atrás se convirtió en una de las noticias de la feria de Albacete al establecer un récord, no sé si de Guinnes, de duración de una faena: un minuto y dieciocho segundos. Su oponente, un toraco feo y desgarbado de Samuel Flores, ya de salida dejó claro lo que se podía esperar de él: muy poco. Lo que confirmó en su pelea en el caballo y ratificó en banderillas. Morante lo tuvo claro y no quiso perder el tiempo ni aburrir a la concurrencia haciendo como que lo intentaba. No había nada que rascar y abrevió todo lo que pudo ¿Tiene sentido lo contrario? No. Pues eso.

Al día siguiente fue a Guadalajara y tras ser ovacionado en su primero paseó una oreja de su segundo. El 16 de septiembre cortó otra oreja en Salamanca, en cuya feria fue uno de los grandes destacados, saliendo a hombros el día 18 en una actuación en la que fue abroncado en su primer turno y se llevó las dos orejas de su segundo toro. Y el 23 llegó una de sus cumbres del año. Sevilla tenía que ser el escenario. El de La Puebla ese día, en la primera función de la feria de San Miguel, firmó una de las faenas más impactantes de los últimos tiempos. Un trasteo personalísimo, peculiar y fantástico a un toro de Matilla protestado por el respetable debido a su flojera y a una presunta descoordinación. Pero el torero vio algo y fue dándole confianza hasta conseguir afianzarlo y sacar adelante una labor extraordinaria. No fue una faena al uso, con una estructura delimitada ni un argumento típico. Fue una sucesión de detalles, de momentos, de retazos... puede que inconexos, pero de una belleza excepcional. Ayudados, trincherazos, naturales de fantasía, adornos improvisados... magistral. Para las antologías. Y ahí están las crónicas, que con rara unanimidad certifican la magnitud de su maravilla. Falló con el estoque y su premio se redujo a una oreja, aunque eso es lo de menos.

Hacía muchos años que no se concedía un rabo en La Maestranza -Ruiz Miguel fue el último que paseó uno, el 25 de abril de 1971, y de un toro de Miura-, pero si el diestro sevillano mata a la primera hubiese hecho historia. El propio presidente de la corrida de aquel día dijo que tenía preparados los tres pañuelos blancos para sacarlos a la vez si el estoque hubiese sido certero y fulminante.

Pero ese detalle no empaña una gran obra a la que se puede calificar sin ambages de genial. Aunque, claro, siempre hay quien pone peros y pegas, como si molestase lo conseguido por otro. Pero la genialidad se asocia típicamente a logros sin precedente, creativos, originales y universales. Y lo hecho por Morante aquella tarde del 23 de septiembre entra de lleno en la definición y categoría. 

El crítico literario Harold Bloom estableció la diferencia entre genio y talento -este no debe ser original, aquel debe serlo- y en base a este criterio se puede tener como cosa de un genio lo hecho por este torero que desde sus primeros tiempos dejó ver una capacidad de la que no todos de sus colegas  pueden presumir y, aunque ha tenido etapas más relajadas, su trayectoria y ejecutoria no están al alcance de cualquiera.

No es Morante torero sólo de arte y así lo ha demostrado sobre todo en los dos últimos ejercicios, en los que ha asumido un papel especial y destacado. En 2021, como Ponce hiciese en 2020, se echó el toreo a sus espaldas y sacó adelante una muy complicada situación debido a la pandemia y la falta de previsión, imaginación y dedicación de quienes manejan el negocio. Y ahora sigue siendo uno de los pocos matadores que poseen un toque de distinción y a los que se sigue.