VIENTO DE LEVANTE

Y faltó él

jueves, 24 de marzo de 2022 · 07:26

Valencia  tuvo que esperar dos años para poder disfrutar otra vez de su feria fallera. Un ciclo en cuyos carteles estaban las principales figuras del escalafón y los nombres más destacados del momento. Pero se hizo raro no leer su nombre en los mismos.

Pese a que ya se sabía que no iba a ser de la partida -y en realidad no se sabe cuándo se le volverá a ver vestido de torero, desaparecido como está del mundanal ruido y del foco mediático, sin decir esta boca es mía ni emitir el más escueto comunicado-, no fueron pocos los que echaron de menos al torero que más ha brillado y destacado en esta feria durante los últimos treinta años.

Quien más quien menos pensaba que tras su precipitada y repentina decisión del año pasado, anunciando sorpresivamente un paréntesis en la carrera más rutilante en la historia del toreo, Enrique Ponce aprovecharía el serial de San José para enfundarse de nuevo el chispeante y dejar las cosas en su sitio.

Pero no. Se anunciaron las combinaciones, se hicieron oficiales y su nombre brillaba por su ausencia. Ya las cosas se torcieron cuando en 2020 no pudo celebrar como Dios manda su aniversario de alternativa -30 años ya desde que José Miguel Arroyo le convirtiese en matador de toros en presencia del nuevo Litri- y la pandemia obligó a la cancelación de la feria y nos metió a todos en casa.

Luego fue él no sólo quien tiró del carro y dijo aquí estoy yo para sacar adelante la temporada más complicada y difícil del último siglo, sino que dio la cara por el toreo y se anunció donde hizo falta y en las condiciones que fuesen, sin ganar nada muchas veces y hasta rascándose el bolsillo en alguna. Pero había que salvar la situación y ahí estuvo aguantando el tipo.

Y me da que no se ha sabido ser luego agradecido con él.

Tampoco fue fácil 2021, sin fallas ni feria de abril ni San Isidro en?Las Ventas y ahí estuvo Ponce, donde había que estar, toreando un buen puñado de corridas en las primeras semanas de otra temporada atípica y extraña. Hasta que un buen día, sin que nadie lo esperase -su cuadrilla le aguardaba en Burgos para torear al día siguiente- llegó el anuncio de que lo dejaba. Por un tiempo, decía el mensaje. Y en eso estamos.

Hay que recordar que desde aquel ya lejano 16 de marzo de 1990 el torero de Chiva no había dejado de estar en Valencia por fallas, habiendo dejado, además, grandes registros y marcas de muy difícil superación, anunciándose hasta muy última hora en dos tardes cada feria y bastantes en tres -en 2010, por ejemplo, cuando se conmemoró su vigésimo aniversario de alternativa- y logrando grandes y memorables triunfos, como el conseguido en 1993 -su primer gran zambombazo fallero-, cortando tres orejas a toros de Sepúlveda. O los del año siguiente, saliendo a hombros dos de las tres tardes que actuó. O su épica tarde de 1996, cuando se jugó el bigote ante un toraco de Algarra para no dejarse ganar la pelea por Manzanares padre. O las cuatro faenas perfectas de 2004. O sus grandes triunfos de 2008 y 2009. O su generosidad sin límites para ceder el protagonismo a El Soro en 2016, cuando el de Foyos volvió a torear en Valencia tras más de veinte años fuera de los ruedos por aquella maldita lesión de rodilla...

También hubo disgustos, como la tremenda cogida sufrida en 2014 el día que dio la alternativa a Jesús Duque y un toro de Victoriano del Río no le mató de milagro. O la tremenda lesión sufrida en 2019, cuando se rompió la pierna izquierda de muy mala manera. Pero todo lo superó.

Y es de esperar que su ausencia de este año quede en anécdota y más pronto que tarde se le vuelva a ver vestido de luces y obrando prodigios como en él ha sido habitual. Su trayectoria y su carrera no pueden haber terminado así, de repente y, mucho menos, sin el colofón que una ejecutoria tan extraordinaria y singular merece.