VIENTO DE LEVANTE

Atrapados en el tiempo

jueves, 31 de marzo de 2022 · 06:09

Desgraciadamente. A pesar de que estamos en pleno siglo XXI, el mundo de los toros parece anclado en el pasado. En muchos aspectos, pero sobre todo en sus instalaciones e infraestructuras, no hay duda de que parece que vivamos atrapados en el tiempo.

Puede que, con tanto internet, redes sociales y otros adelantos tecnológicos, tengamos  la sensación de vivir ya en aquel futuro que presagiaban Kubrick y, antes, Jules Gabriel Verne, auténticos visionarios que acertaron en muchas de las predicciones que describían en sus obras.

Pero no conocían el mundo de los toros... que, siguiendo con el símil cinematográfico, parece seguir el argumento de aquella película de Harold Ramis en la que su protagonista no era capaz de escapar de un bucle temporal que le hacía revivir y repetir cada día exactamente lo mismo.

Y en ello da la sensación de estar el negocio taurino. Espectáculo arcaico, efectivamente, y cuyo misterio, grandeza y maravilla radica, precisamente, en ello, en un rito tan antiguo como el hombre en el que se reflejan y reproducen la lucha, el sufrimiento, la superación, el triunfo y el fracaso, la supervivencia y la muerte. La vida misma interpretada en un ruedo. Pero ese arcaicismo debe quedar limitado a lo que sucede en ese círculo mágico en el que se representa. Y, justamente, da la impresión de que sucede todo lo contrario. No hay que dejarse cegar por el hecho de que ahora, por ejemplo, llegue la información de lo que pasa en un festejo en tiempo real o el ordenador sea tan corriente como hace 100 años lo era un lapicero...

Hay aspectos de la fiesta que no han cambiado con el paso de los años, y no me refiero con eso a la mentalidad de algunos, que tampoco, sino a algo tan esencial como los recintos en los que se celebran las corridas, edificios que, muchos de ellos, permanecen intactos desde que se inauguraron, y hablo de bastantes que lo fueron en el siglo XIX, y en los que no se ha sustituido ni una teja. Con la consiguiente incomodidad para un espectador que ya no está acostumbrado a estar bastante más de dos horas sentado en una piedra al sol o aguantando la lluvia.

Y se ha vuelto a comprobar hace unos días y en dos de las principales ferias de la temporada, las dos grandes de comienzo de campaña: la de Fallas de Valencia y la de La Magdalena de Castellón. El espectáculo se ha visto a merced del mal tiempo y muy condicionado por el mismo, teniendo que ser suspendidos varios festejos y otros ser celebrados en condiciones que no son propias de este momento ni este lugar.

Muchas veces se ha repetido la cantinela de que es preciso cubrir las plazas de toros y dotarlas de todas las comodidades posibles. En una corrida de toros el único que debe estar incómodo es el torero, y por que se enfrenta a una animal irrepetible que vende caro su pellejo y con el que no caben dudas ni complejos. Y porque para eso cobra, a nadie se le obliga a ponerse ante un toro. Al margen de este detalle, hay que volver a fijarse en otros espectáculos en los que se mima al espectador en los más nimios pormenores, como para no ofrecer unas instalaciones con todo lujo de detalles. Y, por supuesto, a cubierto. Miren cómo se renuevan, remodelan y adecuan los estadios deportivos... Mientras, las plazas de toros siguen a expensas de las inclemencias meteorológicas, provocando no ya sólo molestias en quien acude a presenciar una función, sino trastornos a empresas, toreros, ganaderos y un largo etcétera. Luego nos extrañamos los del toro que el fútbol, el tenis o el baloncesto tengan un tratamiento mil veces mejor que lo nuestro...

Valencia, que nos pilla muy cerca, ve cada poco cómo la lluvia hace que se suspendan corridas u obligue a quien las presencia a padecer para verlas. Y hay un proyecto magnífico para instalar una cubierta sobre el coso de Monleón.?No nos quedemos atrapados en el tiempo... pasado.