VIENTO DE LEVANTE
Lo que deja el santo
Tras dos años sin que Las Ventas viviese San Isidro, este año se recobró la feria más larga e intensa del calendario taurino mundial y no fueron pocas las notas positivas y buenas sensaciones que dejó su celebración. Para empezar, la gran afluencia de público.
Después de casi un mes de festejos a diario, San Isidro ya es historia. Y pasará a los anales del toreo por varias cuestiones. La primera, y no menor, por ser la feria en la que la Monumental madrileña volvió a acoger la celebración de un serial que la pandemia anuló en 2020 y 2021. Tampoco hay que echar en saco roto la masiva presencia de aficionados a diario, exhibiéndose el cartel de “No hay billetes” un buen montón de días, lo que es muy buena señal de cara al futuro: la gente quiere toros.
Luego, en el ruedo, también ocurrieron muchas cosas y casi hubo más en el platillo de lo bueno. A pesar de que sigue estando muy metido en el subconsciente de muchos que lo más destacado es una cuestión de contabilidad, al margen de oreja más, oreja menos, lo bien cierto es que el primer gran impacto -tremendo- tuvo como protagonista a El Juli, que dio
una vuelta de tuerca a su progresión y mostró una dimensión extraordinaria, ofreciendo una imagen de torero maduro y evolucionado que le convierten en la gran referencia de esta feria que se recordará, entre otras cosas, por su actuación en su primera aparición en el serial.
Y en este mismo epígrafe, y con muchas similitudes, hay que dejar constancia de la gran faena que firmó Morante de la Puebla a un toro de Alcurrucén en la Corrida de Beneficencia, incluida ahora en pleno ciclo y sin esperar, como siempre se hizo, a que finalizase para componer el cartel con los más sobresalientes. El torero de La Puebla sigue dando la cara y su mejor versión.
Tomás Rufo, una de las grandes novedades de la campaña, confirmó -en todos los sentidos- y sí justificó la identificación de triunfador con su balance contable, abriendo la Puerta Grande y dejando ver un toreo tan sobrio como poderoso y a la vez imaginativo, siendo Ángel Téllez el otro gran triunfador de este evento, saliendo también a hombros y demostrando ser torero de lo más fiable y muy a tener en cuenta.
El mejicano Isaac Fonseca y el toledano Álvaro Alarcón completarían la nómina de los principales, ratificando la magnífica impresión causada en Valencia -y que rubricaría más tarde Fonseca en Sevilla-, añadiendo al nuevo Hermoso de Mendoza como el mejor en el capítulo rejoneador, si bien son muchos más los que habría que resaltar por lo hecho en estos días de primavera. Desde Javier Cortés hasta Sergio Serrano, dos ejemplos de toreros que nunca han defraudado y a los que parece mentira que no tengan más oportunidades, pasando por Francisco José Espada, cuya actuación me pareció de no poco mérito y que ha pasado mucho más desapercibida de lo que se hubiese podido esperar. Más de lo mejor: Gómez del Pilar, que además resultó herido en su afán por gustar. Y Román, que parece renovado y cambiado y con crédito recuperado. Rafaelillo dejó claro quien es y de lo mucho que es capaz, un veterano que, al igual que Sánchez Vara o Robleño, tienen todavía mucho que decir.
No sé si me dejo a alguien a quien debiera nombrar -ya digo que ha sido buena cosecha- pero sí que es ya alarmante lo poco que se nota lo hecho por diestros que deberían sonar más: Juan Ortega, Pablo Aguado y hasta Talavante, que fue abroncado en su último toro en este abono.
Del ganado hay que reseñar el juego dado por muchos toros -muchos bravos, exigentes- y muchas también han sido las ganaderías a resaltar, como El Pilar, Luis Algarra, Alcurrucén, Fuente Ymbro -la novillada- o Garcigrande, para la que han ido no pocos premios. En este apartado también hay que subrayar el nuevo fracaso cosechado por Juan Pedro Domecq, cuyos productos arruinaron una de las corridas de mayor expectación.