VIENTO DE LEVANTE

Lo que tiene Albacete

jueves, 23 de junio de 2022 · 06:10

Es, desde luego, una de las ciudades más taurinas y con más afición. Su feria de septiembre, este año con 11 festejos, se ha convertido en la más importante de todas las que se celebran al margen de los grandes ciclos de las plazas de primera, a varias de las cuales, por cierto, supera si se comparan.

Por la proporción entre número de funciones y habitantes, sería, sin duda, la primera, sin entrar a valorar la categoría de las plazas por cuestiones administrativas. Y si hay que atenerse a ellas, incluso algún serial de los celebrados en aquellas plazas especiales, su sombra amenaza muy seriamente si se tienen en cuenta datos como extensión, calidad de la programación, asistencia de público y, por supuesto, el toro que sale en una y otra.

Pero Albacete no sólo se limita, con ser mucho, a su feria. El Albacete taurino tiene muchas más cosas. Y al margen de una afición fiel, entendida y exigente, disfruta, por ejemplo, de dos festejos benéficos de rancio abolengo: el festival del Cotolengo y la corrida de Asprona. Es esta una función que se celebró por primera vez en 1969, a beneficio de Asprona, la Asociación para la atención a Personas con Discapacidad Intelectual y sus Familias de la provincia, tras un festival organizado en la Dehesa Los Llanos, a beneficio de esta institución, y dados buenos resultados económicos, se unieron tres nombres para organizar en la plaza de Albacete la que sería la primera edición de esta corrida de beneficencia: el que era entonces interventor de Asprona, Asensio Piqueras, el empresario taurino Juan Martínez Encarnación y el torero Manuel Amador, que se pusieron manos a la obra para sacar adelante este proyecto que se hizo realidad en el mes de junio de aquel año, siendo sus protagonistas el rejoneador Juan Manuel Landete, Vicente Punzón, Héctor Villa “El Chano” y el propio Amador.

Por distintas circunstancias hubo años que no se celebró pero, con todo, el pasado día 12 de junio tuvo efecto la edición número 50 de esta ya tradicional corrida que dejó, según distintos medios, un beneficio de algo más de 30.000 euros. Menos es nada, desde luego, pero se antoja poca cosa dado el cartel anunciado... aunque el darse un domingo -día ya inútil fuera de feria- hizo que la asistencia fuese mucho menor de lo esperado.

Otra de las notas que caracteriza a esta ciudad es su prolífica cantera -más de 200 toreros tenía censados a mediados del pasado siglo...- y el disfrutar de una gran figura de entonces acá: desde Pedrés a Manuel Caballero, pasando por Chicuelo II, el propio Amador y el gran Dámaso González.

Y tras unos años de sequía e incertidumbre en este aspecto, la última corrida de Asprona dejó motivos para la esperanza y la ilusión de poder volver  a disfrutar de un diestro principal. Y es que la actuación del joven Manuel Caballero Quintanilla, el hijo del Caballero que paseó su nombre por todas las ferias del mundo durante no pocos años,  no dejó indiferente a nadie. Ya había dejando constancia de sus maneras en su etapa de becerrista, pero ahora, al lado de Morante y Ureña, se agigantó, dejando ver a un torero, en ciernes pero con muy sólidos fundamentos, que aportó frescura, decisión y desparpajo, solventando con suficiencia la nada fácil tarea de poder con dos bravos novillos de Daniel Ruiz y convertirse en el triunfador de la tarde al salir a hombros él solo. No hay que caer en el triunfalismo ni la exageración, pero si no pasa nada raro ni surgen adversidades insalvables, Albacete puede volver a tener otra figura. Pero no queda ahí la cosa. Unos días más tarde, otro novillero albacetense, José Fernando Molina, daba la campanada en Las Ventas y abría la Puerta Grande. Otro motivo más para confiar en el futuro.

Por contra, el mismo día del triunfo del nuevo Caballero, fallecía Antonio Rojas, pieza también esencial en el desarrollo de la fiesta en Albacete en los años setenta y competencia local de Dámaso en aquellos años. Fue, además y tras su retirada de los ruedos, profesor de la escuela taurina local, en la que se forjó este nueva producto que ahora se hornea, dejando en sus alumnos la impronta de su carácter y una idea muy clara de lo que significa el toreo y ser torero. Algo a lo que cualquiera puede aspirar pero que resulta imposible para la mayoría. Y él lo consiguió.