VIENTO DE LEVANTE

Plan de choque

jueves, 14 de julio de 2022 · 07:47

Muchos están siendo los festejos organizados este año, en el que la temporada vuelve, aparentemente, a la normalidad. Aparentemente porque hay aspectos que siguen siendo anómalos y que, pese a la sensación de optimismo, esconden un trasfondo más tenebroso.

Efectivamente, muchas están siendo las corridas que se organizan esta campaña en la que las ferias, grandes y chicas, vuelven a anunciar funciones ya sin restricciones y, por tanto, sin excusas para que muchos de los que permanecieron a buen recaudo durante los malos tiempos de la pandemia, ahora vuelvan a estar presentes en carteles y paseíllos. Incluso con la vitola de revulsivo...

Pero, a poco que se rasque, y al margen del oportunismo y cara dura de esos que sólo saben estar a las maduras y escurren el bulto a las duras y cuando pintan bastos, no todo el monte es orégano, desgraciadamente. Principalmente por que la gente no está respondiendo en la medida que se esperaba y hubiese sido deseable. A excepción de Sevilla, San Isidro (la programación venteña fuera del ciclo isidril está hace tiempo bajo mínimos en cuanto a asistencia) y el infalible San Fermín, el resto de plazas y ferias han tenido a la vista más cemento del preciso. Se ha visto en las recientes celebraciones de Alicante, Castellón o Bilbao, en las que con carteles muy atractivos y con las principales figuras del momento en liza se ha considerado un éxito el que se llegase a cubrir los tres cuartos del aforo... el día de mayor afluencia. Antes se vio también en la tradicional corrida de ASPRONA en Albacete, en la que con Morante, Ureña y el nuevo novillero de la tierra, Manuel Caballero, apenas hubo media plaza...

¿Qué está pasando? ¿Cuál es la razón por la que la gente ya no va a los toros como antes? Principalmente hay dos motivos. Primero, la sociedad ha cambiado, eso es evidente. Nuestro mundo ya poco tiene que ver con el que conocimos hace medio siglo y nada con lo que era habitual cien años atrás.  Y en este tránsito las cosas han cambiado enormemente. La oferta de ocio es infinitamente mayor y muchísimo más variada.?Las nuevas tecnologías permiten hacer cosas antes inimaginables y sin salir del confort de nuestro salón. Por si faltase algo, la moda animalista, a base de pasta y machaconería, se ha introducido e instalado con no poca fuerza en los códigos del buenismo imperante y de esa aberración de lo políticamente correcto.

Los medios de comunicación siguen sin dar apoyo decidido a la cosa taurina, la televisión hace tiempo que le dio la espalda y las redes sociales cada vez son más reacias a dar cobertura al tema y libertad a sus usuarios para subir, colgar y comentar asuntos sobre el particular.

Y aquí aparece con toda nitidez la segunda parte del problema. La clase taurina. Y su pasividad, su inacción, su dejadez. La clase dirigente taurina, que sigue anclada en el pasado y la única innovación que se permiten es hacer ostentosas presentaciones de las combinaciones feriales. Que está muy bien pero que es claramente insuficiente. Ante una situación como la que se vive en estos albores del siglo XXI, se hace precisa, urgente, una reacción decidida y contundente. Hay que poner en marcha, ya se debería haber hecho, un plan de choque que contrarreste ese impacto negativo que antitaurinos, pseudoecologistas y animalistas han sabido gestionar tan certeramente y que además de poner a buena parte de la población en contra de una de las más auténticas y extraordinarias celebraciones de la humanidad, ha conseguido que otra no pequeña porción de gente sea indiferente al espectáculo taurino.

Es por ello que parece mentira que a estas alturas los distintos sectores del negocio del toro no hayan aunado esfuerzos y, por ejemplo, hayan puesto en funcionamiento una macro campaña de publicidad, a nivel global, que revierta la actual tendencia negativa. Una campaña a largo plazo y de amplio espectro que incluya la recuperación de lo que pasa en el ruedo como parte de la información diaria y se vuelva a tener como normal y cercano todo lo que sucede alrededor de toro y torero. Claro que una acción así supone una inversión más que considerable, pero nunca se ha hecho una tortilla sin romper un huevo.