VIENTO DE LEVANTE

¿JT? y su misterio

jueves, 11 de agosto de 2022 · 06:19

Una vez más, antes, durante y después de su actuación en Alicante, José Tomás demostró ser un caso aparte y especial. A su reclamo no sólo se llenó la plaza: toda la ciudad se vio inundada por gente que quería verle torear. Y toreó.?Vaya si toreó.

La presencia de José Tomás, que se anunciaba como único espada para lidiar toros de Garcigrande, Domingo Hernández, Juan Pedro Domecq y Victoriano del Río, hizo de Alicante la capital del mundo taurino. Aficionados, y no aficionados, de Francia, Portugal, Luxemburgo, Reino Unido, Holanda, Méjico, Estados Unidos, Colombia y, naturalmente, de toda España -casi 30.000 reservas, 28.100, en hoteles y apartamentos se hicieron para los días 6 y 7 de agosto en Alicante-, se dieron cita en la ciudad mediterránea para presenciar este festejo que se ha visto arropado con la celebración de “Tendido Único”, un evento paralelo que, durante ese fin de semana contó con espacios dedicados a la tauromaquia, el ocio y la gastronomía y en los que hubo exposiciones en torno a la figura del torero de Galapagar, música o degustaciones de platos elaborados por cocineros de reconocido prestigio. Actos que fueron concebidos como el punto de encuentro en el que poder compartir la cultura, ocio y la esencia de José Tomás de una forma nueva y diferente. Una iniciativa que se estructuró a través de una serie de acciones distribuidas en diferentes lugares alrededor de la plaza de toros, y que se llevaron a cabo tanto antes como después de la corrida.

Desde que se pusieron a la venta, las entradas se agotaron en cuestión de minutos y pese a ello fueron muchos los aficionados que aspiraban a conseguir alguna en la reventa, generando este espectáculo un importante impacto económico en la ciudad. Unos tres millones y medio de euros, dicen.

Las dudas generadas en su anterior comparecencia en Jaén, donde un par de meses antes las cosas, en el ruedo, no acabaron de salir redondas, y el mosqueo de la prensa por su negativa a que se difundiesen imágenes de aquella función, no influyeron para nada en el ánimo ni el interés de decenas de miles de personas que peregrinaron  hasta orillas del Mediterráneo en busca de presenciar un nuevo prodigio. Y el prodigio se obró.

Ya a mediodía los alrededores de la plaza eran un hervidero de gente, a pesar de que el sol caía a plomo. Y una hora antes de que los alguacilillos procediesen al despeje del ruedo, los tendidos del coso de la Plaza de España estaban casi abarrotados ¿No decíamos que era imposible que nadie pudiese ocupar una localidad en la solanera? Pues, oiga, lleno. Y a 100 pavos un tendido bajo a más de 30 grados.

Hubo que esperar unos minutos para que el personal llegase a su sitio y nada más hacerse presente en el ruedo, ovación para el de luces, que ataviado con un precioso terno grana y oro -al que no acompañaba el capote de paseo elegido- no tardó en poner la plaza boca abajo al torear de capa a su primero, sobre todo con las chicuelinas con que puso en suerte. A partir de ese momento los 12.000 espectadores que se apiñaban en el coso estuvieron de acuerdo. Oles y bienes -ya hace un tiempo que se ha puesto de moda es ¡bieeeennnn! con el que tantos pretenden demostrar su sapiencia e implicación al pronunciarlo...- se sucedían a cada momento.

Y aunque no todo resultó perfecto -con su primero casi no brilló al natural, el segundo, muy crudo y entero en el último tercio, le desarmó en un par de ocasiones, el tercero se lo echó a los lomos de mala manera, aunque, afortunadamente, sin mayores consecuencias, y el cuarto se acabó muy pronto, amén de que las primeras estocadas cayeron atrás y desprendidas- la sensación de conjunto fue de que todo era muy de verdad. El torero se arrimó como un desesperado y se quedó más quieto que un palo. También hubo muchos pasajes de la lidia en los que se vio un toreo profundo, asentado y templado, arrastrando la mano por la arena y vaciando las embestidas hacia muy atrás. Pero sobre todo, lo que aglutinó el sentir general y dio sentido a la tarde fue la emoción, sin la cual no hay nada. Esa es la clave del misterio.