VIENTO DE LEVANTE

Churras y merinas

jueves, 29 de septiembre de 2022 · 07:39

Mucho se ha escrito y hablado- y mucho se tiene aun que escribir y hablar -en ello estamos- sobre las últimas actuaciones de José Tomás, un torero que no deja indiferente a nadie y de ahí ese inmenso flujo de opiniones que genera.

Y en ese río de tinta y alud de comentarios en portales, páginas web y redes sociales queda patente la polaridad que suscita: para unos es un genio y para otros un patán. Sin que a muchos les interese cómo estuvo.

Sobre su actuación en Alicante de hace unas semanas se ha leído desde que volvió a definir el toreo hasta que lo hecho por el de Galapagar había sido una pantomima o una farsa. Y en ambas direcciones opinaba gente que ¡no había visto la corrida!.

Se arremete en contra de su quehacer alicantino que sólo matase cuatro toros; que lo hiciese como único espada; que no se dejase televisar; que no se prodigue... sólo me ha faltado leer o escuchar que no se haya dejado matar por un toro.

También, además de otras consideraciones de variado jaez, se ha dejado caer que su aportación a la tauromaquia es nula o que no ha ayudado en nada en estos dos años últimos en los que la pandemia ha tenido al mundo taurino al borde del KO.

Pero, de entre ese montón de opiniones, pocos tienen en cuenta una cosa: que lo juzgado tras su paso por Alicante se limita a lo hecho en el coso de la Plaza de España. Y la verdad, a tenor de lo visto por un servidor, es que estuvo muy bien. Extraordinario en algunos momentos, excelente en otros, más apurado en algunos lances, dejándose enganchar más de la cuenta en otros pasajes, cayendo el estoque no todo lo correctamente que hubiera debido hacerlo... pero, en conjunto, y al margen de que sólo estuviese acompañado por su cuadrilla y un sobresaliente y de que matase tan sólo cuatro toros, en ese contexto su quehacer fue, modestamente lo digo, francamente notable. Y hasta ahí es donde debe leerse y analizarse lo hecho por el diestro madrileño el pasado día 7 de agosto. Lo demás es sacar los pies del tiesto y ganas de marear.

Pero también somos muy dados a confundir el culo con las témporas y se alude para criticar a su falta de compromiso y escasez de festejos en los que se anuncia. Y, aunque nada tiene que ver con lo hecho en el ruedo, lo bien cierto es que a su sólo reclamo la plaza se colmó -con el sol abarrotado a cien euros la entrada- y Alicante se llenó de gente que fue a verle. Sólo Manuel Benítez “El Cordobés” ha logrado algo parecido, con la diferencia, muy a favor de Benítez, de que él lo hacía cien veces cada temporada.

Nadie puede certificar que si toreando más festejos cada campaña mantendría su tirón y, por consiguiente, su caché. O si a él le interesa variar una política que le funciona a la perfección.

Tampoco se trata de evaluar una única tarde, ni siquiera el conjunto de su vida laboral, como elemento de juicio sobre su estilo ni, mucho menos, su contribución a la tauromaquia. Ni que lo hecho por José Tomás vaya en demérito o detrimento de otro u otros espadas. Cada uno es como es y todos han aportado, en la medida  de sus posibilidades y capacidades, al engrandecimiento -o, cuando menos, al mantenimiento- de la fiesta.

Vuelvo a repetir que se analiza una sola y concreta función, y de ese hecho preciso no pueden extrapolarse otras consideraciones ni reflexiones que vayan más allá de esa circunstancia.

No sé si estas líneas pueden servir para convencer a alguien, dada nuestra proverbial tendencia a mezclar churras y merinas... aunque no hay que olvidar que desde tiempo inmemorial -si bien de unos años acá el cupo ha aumentado considerablemente- somos un país de borregos.