VIENTO DE LEVANTE

Lo que se dice un genio

jueves, 9 de marzo de 2023 · 08:48

El pasado día 28 de febrero, Día de Andalucía, le fue impuesta a Manuel Benítez Pérez “El Cordobés” la Medalla de Andalucía, una de las más altas distinciones de esta autonomía. A sus casi 87 años sigue dando que hablar y siendo un personaje como no hay dos.

No ha sido su vida fácil, para nada, y sus primeros años supo lo que era el por no tener no contar siquiera con padres, al morir José Pérez y Ángeles Pérez tras la guerra civil.

Viviendo a salto de mata y a verlas venir, sin instrucción, oficio ni beneficio,  vio en el toreo, como  tantos a lo largo de la historia, una vía de escape de la miseria a la que estaba abocado. Pero tampoco este camino fue sencillo y sí muy complicado y enrevesado. Tanto que, desesperado, no dudó en tirarse como espontáneo en una corrida celebrada en Las Ventas en 1957. Una chaladura que le costó una paliza y una  noche en el calabozo. Pero no renunció y tras no pocos sinsabores, desengaños y lucha, por fin, el 15 de agosto de 1959, en Talavera de la Reina, torea por primera vez vestido de luces y un año mas tarde debuta con picadores en un festejo celebrado en su pueblo, Palma del Río, en el que forma un lío.

Su sociedad con Rafael Sánchez “El Pipo” le puso, por fin, en el candelero y tras una campaña publicitaria increíble que le hizo famoso -y rico- en tres años, la plaza vieja de Córdoba, la de Los Tejares, el 25 de mayo de 1963 en Córdoba, fue escenario de su alternativa, saliendo en hombros al obtener dos orejas en aquel su primer festejo como matador.

Ya estaba en la cima. Y no se movió de aquella situación de privilegio a lo largo de una brillantísima e intermitente carrera, si bien fue su primera etapa como matador, entre la alternativa y su primera retirada en 1972, la de máximo apogeo y fama, logrando ser recibido por Franco, quien le invitaba a sus cacerías, o los Kennedy, admirados y fascinados por su historia y coraje. Fue portada de Times, Paris Match y los demás principales diarios y revistas del mundo. Puso a sus pies al mundo del toro y en 1967 hizo que los principales y más importantes empresarios del ramo peregrinasen a su casa para rogarle que no se retirase, lo que no haría tras consultarlo con su almohada y aumentar a lo bestia su cotización.

Fue quien mandó en el toreo en su tiempo, algo que a lo largo de la ya centenaria historia de la tauromaquia sólo pudieron hacer otros muy pocos toreros, el último antes que él,  Manolete.

Pero siempre supo cuál era su sitio y su papel, dando espacio a sus colegas y recordando siempre que había que procurar espectáculo a la gente que llenaba las plazas para verle. Un espectáculo que él proporcionaba con modos y maneras heterodoxas y que si mucho disgustaban a la crítica y aficionados estrictos, entusiasmaban al público, que rugía con sus cabezazos, rodillazos y saltos de la rana. Pese a que toreaba también muy bien, muy despacio, con temple y plantas quietas, se debía a la masa y no podía dejar de interpretar su papel cada tarde. Pero nunca eludió el peligro ni el quedarse muy quieto, su principal característica como matador de toros, lo que le valió numerosas cogidas y percances, varios de ellos de no poca gravedad.

Fue generoso con sus compañeros -todos los toreros de su tiempo le tuvieron como un ídolo y reconocen que fue Benítez el responsable de que aumentasen sus emolumentos- y pese a que se tuvo que retirar otra vez en 1982 cuando le colgaron el sambenito de la muerte de un espontáneo en Albacete, nunca se quitó y varias fueron sus idas y venidas desde entonces, lejos ya de su mejor momento y forma pero con la ilusión intacta y unas ganas que se reflejaban -se reflejan- en su sonrisa de lobo que cautiva y puede con todo.

Declarado V Califa, junto a Lagartijo, Guerrita, Machaquito y Manolete, su sombra es alargada y su leyenda eterna. Un genio.