VIENTO DE LEVANTE

Serlo y parecerlo

jueves, 13 de abril de 2023 · 07:57

Consumidos ya los aperitivos y primer plato de la temporada, las ferias de fallas y Magdalena dejan un sabor agridulce. La respuesta de público ha sido dispar, con mucho mejor nota en Valencia que en Castellón, y lo hecho por los de coleta tampoco ha vuelto loco a nadie, aunque los nuevos hayan ilusionado.

No se puede decir que los resultados artísticos de estas dos primeras ferias de relevancia de la campaña   sean para recordar, si se exceptúa un par de notas protagonizadas por diestros que aspiran a ser importantes y, sobre todo, la actuación de tres novilleros, Daniel Medina, Nek y Navalón, que, ellos sí, hacen soñar al aficionado.

Pero detrás de todas estas percepciones y análisis a vuela pluma, y si nos atenemos a lo sucedido en el ruedo -al margen queda mucho trabajo por hacer- hay que tener en cuenta un factor fundamental: el toro.

Su comportamiento -aunque antes su presencia en algún caso ya fue determinante para influir en, por ejemplo, la asistencia de público- fue clave para decantar el producto final de ambos seriales.

En la feria de fallas el nivel de presentación fue notable, con corridas serias, cuajadas y hermosas, sin que se entienda muy bien el ajetreo habido en los corrales durante los reconocimientos previos y sin que haya habido explicaciones por parte de nadie sobre lo sucedido. 

Destacó, en su conjunto, la corrida de Montalvo, con un toro, “Ojovivo”, extraordinario, lidiando más tarde un sobrero en la corrida del día 15 así mismo de nota. Luego, toros sueltos. El garcigrande que cerró el festejo del día 16 con el que Talavante firmó una buena faena que le valió ser tenida como la mejor del abono, varios de Jandilla y los de Bohórquez para el ya tradicional festejo de rejones de la matinal del día de San José. Los de Victorino, guardados para cerrar el abono, tuvieron aparato pero se dejó que les masacrasen en el primer tercio, en el que cumplieron más que de sobra. Tanto que no tuvieron ya empenta para la muleta.

Resultó excelente  la novillada de El Freixo, con dos ejemplares premiados con la vuelta al ruedo. De nuevo Fuente Ymbro dejó alto su pabellón con los novillos que soltó en el festejo del día 13 de marzo, con un par de utreros bravos y encastados que destacaron de un lote, en conjunto, bastante potable.

Más al norte y en esos mismos días, en el juego del ganado estuvo buena parte del resultado final de la feria magdalenera. Su presentación, en muchos más casos de los que sería de desear, no estuvo a la altura. Hay que recordar que este público está bastante más acostumbrado al toro de la calle y las comparaciones en este caso resultan muy significativas. Y para mal.

Pero, por si no era ello suficiente, a esa pobre estampa hubo que sumar un comportamiento muy deslucido. Tanto que, sumando ambos elementos, los jurados de la ciudad  decidieron no conceder premio alguno al entender que no hubo trabajo digno de recompensa ante lo calamitoso del material empleado. No acabó de romper el encierro de Victorino Martín. Defraudó el de Tornay y la poca fuerza y presencia del resto condicionó muy mucho lo hecho por los de coleta. 

Una vez más en las novilladas hubo emoción. La de Fuente Ymbro tuvo mucho más fuelle que cualquier corrida y los erales de Angoso Clavijo y López Gibaja  lidiados en los festejos sin picadores, dieron un gran juego.   

Hay que insistir en que el quid de la cuestión está en la emoción que genera el toro y, últimamente, aquella escasea. Se ha terminado por imponer la crianza de un animal con un volumen puede que desmesurado pero falto de un motor que sirva para mantener tamaña carrocería, llegando al último tercio sin apenas resuello y con el depósito a cero, incapaces la mayoría de seguir un engaño con un mínimo de fiereza. Y si a esto sumamos que el tercio de varas, lejos de servir para medir su bravura, se aprovecha para rebajar los humos que pudieran tener, pues nos encontramos con un animal parado y que a duras penas puede desplazar su anatomía. El toro, además de serlo, debe parecerlo, y para ello, además de trapío, que no hay que confundir con tamaño, debe acometer hasta dar miedo al espectador.