VIENTO DE LEVANTE

Lo que son los toros

jueves, 24 de agosto de 2023 · 09:32

Animales únicos, excepcionales, preciosos, tremendos, magníficos, majestuosos... pero con un peligro real y cierto. Nada de lo que se hace con ellos es gratis ni fácil, aunque muchas veces lo parezca, y sí imposible para el común de los mortales. Torear es cosa de gente especial. Que sabe a lo que se expone y lo que se juega. Que no es sino la propia vida. El toreo no es solo poesía en movimiento, que dijera Octavio Paz, ni un arte misterioso mitad vicio, mitad ballet, que escribiese Cela -que quiso ser torero y sólo consiguió una experiencia única y una cornada en el cuello-. Torear es, ante todo, dominar y someter a una fiera. Luego viene el hacerlo con más o menos gracia, con arreglo a una técnica y con una expresión artística que dota a todo lo que se hace ante y con el toro de un matiz tan extraordinario como irrepetible.

El toreo es emoción y no solo estética, como se viene defendiendo desde hace un tiempo -hay hasta quien anima a ir sólo a festivales porque, dice, es con toros afeitados cuando el torero se confía y torea bien...-, aparcando el riesgo, que es el factor determinante para que surja aquella emoción real. Y para que todo lo que suceda en el ruedo tenga sentido.

La posibilidad cierta de la cornada es lo que hace único a este arte, en el que todo lo que sucede entre sus protagonistas es de verdad. Hasta la muerte. El toreo es el único arte que juega con la muerte, sentenció Henry de Montherlant. Y sólo del miedo puede nacer una faena grande. Y no se trata del miedo al fracaso, que también, sino del miedo al dolor. Ese miedo es el que hace buscar lo auténtico al torear. Y lo que hace que, al final, llegue la cogida.

Muchas son las que se han producido en lo que va de verano. Antes, hará más de medio siglo ya, cuando se daban los carteles para tal o cual feria, se adjuntaba también una lista con los nombres de diestros que se habían quedado fuera pero a los que se tendría en cuenta “para cubrir las posibles bajas que pudiese haber por cogida de los anunciados”. Y no eran pocos los que de esa lista de reservas terminaban toreando. 

También esta temporada se ha tenido que buscar toreros  muy a menudo para no dejar cojo un cartel,   -a pesar de que se ha puesto de moda la solución del mano a mano, muchas veces para abaratar los costes de organización de una feria o festejo, sin que haya justificación real ni exigencia por parte del público, que suele preferir ver a tres toreros que sólo a dos- dada la abundancia de percances.

Roca Rey, líder del escalafón, encadenó porrazos y volteretas hasta que tuvo que parar para recomponerse. Morante de la Puebla ha perdido varios contratos por una cogida en Portugal. Hace unos días causaba baja el tercer hombre de la torería actual, Daniel Luque, tras un serio percance sufrido en El Puerto de Santa María. Un toro rompió la muñeca de Cayetano en Socuéllamos. Manuel Díaz “El Cordobés” fue cogido de muy mala manera en Huesca. David de Miranda pagó su peaje de sangre en La Malagueta y, unos días antes, a su peón Cándido Ruiz un toro le abrió la barriga en Azpeitia. Christian Parejo se llevó una cornada en?Las Ventas, plaza en la que también fue herido de consideración el banderillero Raúl Mateos. El novillero Manuel Caballero cayó en la plaza conquense de Iniesta y, para no hacer interminable esta relación -seguro que me estoy dejando a alguien, y pido disculpas-, Alejandro Conquero sufrió en Cenicientos una feísima cornada que, gracias a Dios, no tuvo peores consecuencias, y hace unos días fue cogido de muy mala manera Mario Palacios.

Y es que los toros cogen. Hieren y hasta matan.?Pero esa es la grandeza del toreo. Si se torease a un carretón, si no hubiese peligro, si no pasase nada, todos seriamos toreros. Y nadie iría a una plaza a pagar  por vernos. Y sin pagar.