VIENTO DE LEVANTE

Va de festivales

Por Paco Delgado
jueves, 28 de noviembre de 2024 · 09:21

La catástrofe provocada por la DANA de finales de octubre ha ocasionado, a su vez, la programación de numerosos festivales a beneficio de las incontables víctimas y afectados por la hecatombe. Este tipo de espectáculo resurge y se manifiesta una vez más como muestra de solidaridad y ayuda.

Aunque en realidad un festival es un conjunto de representaciones dedicadas a un artista o a un arte, una fiesta, especialmente musical, que por extensión se aplica a toda programación escénica, habitualmente estructurada en torno a un género determinado, de duración limitada y que generalmente se exhibe en varios espacios (teatros, centros culturales, calles y plazas, iglesias, etc.), en el ámbito taurino al hablar de festivales se hace para definir un espectáculo en el que se lidian reses despuntadas, utilizando los protagonistas de los mismos traje corto o campero para no devaluar la categoría e importancia que tiene el traje de luces, reservado a quienes se enfrentan a toros que presentan toda su integridad. 

Su carácter benéfico es inherente a su naturaleza y así lo lo reflejaba el reglamento taurino de 1962, en el que se consideraba festival aquel “espectáculo taurino que se celebra con fines benéficos, según el artículo 124 del reglamento de espectáculos taurinos. En esta clase de festejos, sus organizadores, al solicitarle a la autoridad pertinente la correspondiente autorización, habrán de acompañar a la documentación el permiso de la Dirección General de Beneficencia, conforme se determina en el apartado del artículo 47.

Podrá lidiarse en estas funciones cualquier clase de reses, con la condición de que sean machos y reúnan los requisitos de sanidad necesarios. 

Las puyas serán de novillos o toro según los casos y los caballos a emplear en número de tres.

Los diestros que en ellos tomen parte podrán serlo de cualquiera de las clases establecidas por el grupo taurino del Sindicato del Espectáculo, quienes podrán actuar indistintamente en un mismo festejo.

Sus cuadrillas estarán compuestas por un banderillero más que reses a lidiar y un picador por cada res, siempre que el festival sea picado...”.

Puede que el de la ciudad madrileña de Chinchón, que se remonta a 1871, y cuyos beneficios se dedican al monasterio de las Clarisas de la localidad, sea de los más antiguos que todavía se dan; en La Maestranza sevillana, desde el año 1939 hasta hoy, se han celebrado 96 festivales benéficos, y el pasado martes se hizo pública la recaudación del último (133.146,66 euros), celebrado el pasado 20 de octubre, a beneficio de la Hermandad de los Gitanos y la asociación Nuevo Futuro.

La plaza de Las Ventas también ha sido escenario de célebres festivales en los que han actuado, como en la mayoría, las primeras figuras del escalafón de cada momento. El más reciente, el 2 de mayo de 2021, para paliar la situación económica de los colectivos taurinos afectados por el covid-19, en el que se recaudaron 106.000 euros; el 5 de abril de 1986, se celebró un festejo a beneficio de las víctimas de la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia, y el 24 de febrero de 1990 a beneficio de la Asociación de Víctimas del Terrorismo.

Los celebrados a favor del Montepío de Toreros de Valencia tuvieron peso y categoría hasta el último cuarto del siglo pasado, degenerando luego en un tipo de festejo más para diversión del participante que con afán recaudatorio, desapareciendo cuando desapareció el objeto de su causa.

Es, desde luego, una seña de identidad de la tauromaquia, en desuso en los últimos tiempos, pero de importancia capital desde los inicios del espectáculo y que aún continúa en algunas ciudades españolas, si bien desde hace un tiempo proliferan los que carecen de ese imprescindible carácter benéfico, siendo muchos diestros semiretirados o en proceso de estarlo, los que coparon ese tipo de función en beneficio propio, sin aportar nada a su ejecutoria salvo el dinero que se embolsan por enfrentarse muchas veces a becerros desmochados. Un festival, si se toma como es y con arreglo a su espíritu, es algo mucho más serio e importante.