VIENTO DE LEVANTE

Entre inútiles y sinvergüenzas

Por Paco Delgado
jueves, 7 de noviembre de 2024 · 08:56

Sigue Valencia, y buena parte de España, colapsada y conmocionada por la terrible tragedia que nos ha sacudido en los últimos días, la más grave de lo que va de siglo y que no sólo ha provocado unos daños materiales incalculables, sino algo mucho mas serio e irreparable: la pérdida de cientos de vidas humanas.

Una desgracia que, como suele ocurrir, se lamenta después de que se haya obviado toda prevención. Lo de más vale prevenir que curar es algo que no va con nosotros ni, mucho menos, con nuestra clase dirigente que, dicho no tan de paso, se han retratado. Unos y otros. De derechas, de izquierda y centrocampistas. Desde la Generalitat Valenciana hasta el Gobierno de España, pasando por diversas instituciones y corporaciones que no han estado a la altura ni dado la talla y a cuya ineptitud, en algunos casos, y mala fe, en algún otro muy en concreto, habría que exigir responsabilidades.

España es una deformación grotesca de la civilización europea, definía Valle Inclán a nuestro país en Luces de Bohemia, haciendo especial hincapié en que en España todo lo manda el dinero y se premia el robar y ser un sinvergüenza. Una palabras que duelen pero que no dejan de reflejar una realidad que, un siglo después, sigue vigente.

Es de muy difícil comprensión cómo no se han tomado precauciones  para evitar lo sucedido. Desde muchos años atrás al momento de desencadenarse la catástrofe. Ya se sabe que los ríos experimentan crecidas y aumentan de golpe su caudal de manera extraordinaria. Y el agua busca sus cauces naturales, arrasando todo lo que pillan por delante. No es la primera vez que sucede algo parecido y se sigue sin tomar medidas al respecto, buscando, cuando ya no hay remedio para el daño, excusas y tramas para escurrir el bulto y que cargue con el mochuelo el de enfrente, sin que la gente cuente para nada. 

Sabiendo como se sabe que todo esto sucede clama al cielo que no se hayan canalizado estas rieras y avenidas -que llevan ahí toda la vida y ya han causado daños muchas veces- y que se haya despreciado proyectos que buscaban evitar precisamente estos desastres, proyectos que se postergaron y arrumbaron por presiones de esos mal llamados ecologistas que tan bien conocemos por que, según ellos, se causaban daños al ecosistema, como si estos daños que ahora se han producido fuesen menores, intranscendentes o insignificantes. No se entiende que se permita seguir construyendo en rieras, vaguadas o cañadas, por donde el agua a la que pueda o precise va a salir a la fuerza. Y no se entiende la falta de coordinación, decisión y acuerdo entre las distintas autoridades autonómicas y centrales.

O sí se entiende, si se para uno a comprobar que ahora cualquiera puede ejercer un cargo de responsabilidad sin haber acreditado ni capacidad, preparación o aptitud para ello. Estar en un partido político y figurar en una lista son avales más que suficientes para que cualquier indocumentado tenga mando en plaza, saque pecho, caliente poltrona y trinque pasta a espuertas sin dar un palo al agua. Y luego pasa lo que tiene que pasar, en cuanto hay algún problema más o menos serio llega el caos y nadie sabe qué hay que hacer. 

En esta hecatombe hay pocos, de los de arriba, que se salven. Las autoridades autonómicas no han estado a la altura, ni mucho menos, quedando en evidencia y demostrando los muchísimos fallos habidos en la cadena de transmisión de datos, órdenes y toma de decisiones. Y en cuanto al Gobierno central, qué añadir a su triste y larguísimo historial de iniquidad, prepotencia, chulería, desprecio por sus gobernados y... cobardía, porque cobardía hubo, antes, a la hora de retrasar su intervención todo lo que pudo para menoscabar la imagen de un adversario político, y después, siendo patética la imagen del presidente huyendo como una rata cuando le increparon, con toda la razón, los damnificados de Paiporta. Sólo Felipe VI dio la cara y mantuvo el tipo, pese a los abucheos, insultos y bolazos de barro. Él sí dio la talla, aunque tampoco soluciones.

El mundo del toro, de nuevo perjudicado en su aspecto ganadero, sí que echó una mano, yendo muchos toreros, novilleros y banderilleros valencianos a ayudar en lo posible en primera línea. Otros, de todo hay, ni siquiera han emitido un comunicado solidarizándose con las víctimas. Y gente de la que yo esperaba una palabra de aliento parece que hayan desaparecido. Pero así es la vida…