VIENTO DE LEVANTE

Peter P(Rom)an

jueves, 30 de mayo de 2024 · 07:48

Ha vuelto a ser noticia, ahora en un plano triste y negativo. Román, que unos días atrás causaba sensación en Las Ventas, la pasada semana resultó cogido de gravedad  en la plaza francesa de Vic-Fezensac. Pero no pierde el ánimo ni su perenne sonrisa, dos factores que son parte de su identidad y personalidad. 

Esta tiene que ser mi temporada. Eso decía un mes atrás el torero valenciano cuando afrontaba su primera cita en Las Ventas. Venía de haber saldado con bien y con éxito su nada fácil apuesta fallera, lidiando como único espada seis toros de distintas ganaderías. Una prueba de la que salió airoso y a hombros por la puerta grande del coso de Monleón. También se le dio muy bien su actuación en la corrida del Domingo de Ramos en la Monumental madrileña, ante una señora corrida de Pedraza de Yeltes y paseando la única oreja concedida en aquel festejo. 

Antes de volver a Madrid, para la segunda función del abono de San Isidro, viajó a Perú para torear en Coasa, un mano a mano con Joaquín Galdós y toros de distintas ganaderías locales, cortando una oreja pero perdiendo un triunfo mayor por no matar con prontitud.

En San Isidro cuajó una tarde muy importante. Entendió y dominó a su bravo y exigente primero, al que bajó muchísimo la mano y de no haber tardado tanto en doblar el de Fuente Ymbro le hubiesen concedido las dos orejas. También pudo llevarse otra del quinto, pero sus fallos con el verduguillo le cerraron la puerta grande. Con todo, mostró una gran dimensión y dejó una extraordinaria impresión. 

Esta tiene que ser mi temporada, seguía pensando. 

Pero su racha se truncó hace unos días en la plaza francesa de Vic-Fezensac, en la sexta y última función de su feria de Pentecostés. Al llevar al caballo a su primer toro, un imponente y peligroso ejemplar de Los Maños, fue cogido de mala manera, siendo empitonado por el muslo izquierdo y quedando colgado del pitón durante varios interminables segundos. Trasladado urgentemente a la enfermería fue estabilizado y derivado, en helicóptero, a un centro hospitalario en Mont de Marsan, donde fue operado de una cornada de tres trayectorias, una de ellas con orificio de entrada y salida, además de una rotura de la bolsa escrotal. Un desaguisado no pequeño pero que no por ello enturbió su ánimo, pues a las pocas horas de salir del quirófano mandaba un mensaje diciendo que todos los días sale el sol. Una filosofía positiva que debería ser de obligatoria enseñanza desde que se pisa un colegio por primera vez.  Un modo de ver la vida que remarcaba después con otro segundo mensaje en sus redes sociales: “Las cogidas forman parte de nuestra profesión, es la labor del toro. Ya mismo estamos dando guerra otra vez. Gracias a todos por vuestros mensajes. Sois la leche”.

Desde luego, los toreros están hechos de un material distinto al utilizado para dar forma al resto de los mortales, pero la mentalidad de Román es muy especial y por eso cautiva -menos a una parte del taurinismo más recalcitrante y anclado al pasado, que no consiente que los toreros hagan, o piensen, algo que no tenga relación con el toro- y genera tanta simpatía entre aficionados, asimilados y público en general. 

Si James Matthew Barrie en vez de nacer a mediados del siglo XIX hubiese sido contemporáneo nuestro, y hubiese conocido al torero de Benimaclet, sin duda se lo habría pensado dos veces antes de buscar su inspiración en los niños de los que se hizo cargo y tuvo que criar y educar al morir sus padres. Fue viéndoles cómo crecían cuando al escritor escocés se le ocurrió el personaje que le haría mundialmente famoso, el no menos célebre Peter Pan, el niño que salió volando por la ventana de su cuarto mientras sus padres dormían, porque les había oído hablar de las cosas que tendría que hacer cuando fuese mayor.

Román es él, su circunstancia, su manera de estar y su mundo. No pretendamos cambiarle. Peter Pan nunca podría ser tampoco el Capitán Garfio.

Esta va a ser su temporada.