VIENTO DE LEVANTE
Un grito en la pared
Con la temporada ya lanzada, cumplidos los primeros seriales del verano, inmersos ya en los sanfermines, en vísperas de la feria de julio de Valencia y en pleno verano, siguen publicándose y dando a conocer combinaciones para lo que viene. Y los carteles que las anuncian son cada vez más feos.
Me refiero al soporte gráfico que enmarca y engloba a toros y toreros que actuarán en el serial correspondiente, el cartel en sí y propiamente dicho.
Hace ya un tiempo que pasaron de moda los carteles anunciadores clásicos, aquellos que firmaban Roberto Domingo, Reus, Ruano Llopis o Cros Estrems, los cuatro magníficos, aunque también eran espectaculares los que realizaba Saavedra. O los de Álvarez Carmena. Obras de arte en sí mismas. Pinturas extraordinarias que representaban lances de la lidia, muletazos, toros impresionantes haciendo su aparición en el ruedo, picadores majestuosos, diestros gallardos envueltos en sus preciosos capotes de paseo... Anuncios que, en realidad, estaban divididos en dos partes: la ilustración arriba, el gancho, el verdadero reclamo, y abajo, el listado de fechas y festejos. Eran entre sí intercambiables y de hecho se utilizaba un mismo motivos para cientos de ferias de todo el mundo. Litografía Ortega los distribuyó a conciencia, marcando estilo y creando tendencia. Y durante más de medio siglo, por lo menos.
Puede que la desaparición de esta empresa valenciana fuese uno de los factores determinantes, si no el decisivo, en el cambio de orientación actual de la cartelería taurina. Una especialidad que a día de hoy es tan ecléctica como muchas veces impersonal, falta de alma y, sobre todo, de atractivo, habiéndose perdido en gran parte el sentido para el que se realizan: realzar el mensaje y atraer al espectador que los contempla.
Y no sólo llamar la atención: hacer que la gente se pare por la calle y se detenga a contemplar esa obra de arte expuesta a todos. Pero puede que lo del grito en la pared -aquella frase que tan a la perfección define lo que debe ser un cartel publicitario, acuñada por Renau, uno de los grandes grandísimos en este particular y que realizó cientos, miles de ellos para campañas publicitarias, películas de cine o como propaganda política- sea ya cosa olvidada y hasta ni conocida.
Ahora se estila otra cosa, al margen de que las nuevas tecnologías, medios y dispositivos móviles hayan contribuido a que el cartel tradicional pegado a la pared o a un escaparate se utilice mucho menos. Pero esta nueva moda es, por lo general, de mucha menos calidad y excelencia que lo digamos antiguo. Aunque sobre gustos dicen que no hay nada escrito y todo vale, pienso que no es así y, por ejemplo, pese a que los maestrantes de Sevilla consideren que las últimas obras que han servido para anunciar las temporadas en la Maestranza son geniales, a mí me parecen bodrios cuando no directamente tomaduras de pelo.
Y eso que hay artistas y especialistas impresionantes. Diego Ramos, para mí el mejor actualmente, o Juan Iranzo, otro genio, están infrautilizados y se abusa, en cambio, del photoshop, el retoque fotográfico, los pastiches impersonales y aburridos y los inventos supuestamente geniales -lo de la feria de San?Sebastián parece más el anuncio de una película de dibujos animados o de un restaurante que el reclamo para ir a la plaza-. Sin embargo, cuando el desánimo y la desazón parecen haberse adueñado de la situación, surgen pequeños milagros que nos devuelven -a mí, al menos, pero creo que habrá más gente que como yo se alegre de estos pequeños logros- la alegría y el optimismo.
Hace unos días, la Comisión Taurina organizadora de la Feria de las Novilladas de Algemesí eligió la imagen que anunciará la edición de este año del ciclo modelo de cuantos tiene al escalafón novilleril como base, escogiendo una que roza la perfección. Juan Vilches es su autor y ha logrado reflejar en papel el espíritu, la historia y la idiosincrasia de esta ciudad valenciana y su semana de toros. Viendo su cartel uno se imagine clarísimamente lo que es Algemesí, su feria y su plaza. Se huele la madera, se siente el ambiente del pueblo en fiestas, se escucha la música y, viéndolo, te dan ganas de ir a Algemesí, de ir a la plaza y de ver la novillada que sea. Y de eso es de lo que se trata.