VIENTO DE LEVANTE

Como dos gotas de agua

jueves, 1 de agosto de 2024 · 08:01

Ha sido, durante buena parte del mes de julio y en su franja horaria, el espectáculo más visto y seguido de todos cuantos se han celebrado a los largo de las últimas semanas. El ciclismo, que tiene no pocas connotaciones taurinas, y el Tour de Francia, su máxima expresión, han arrasado en datos de audiencia. 

Una media de 966.000 personas, el 10.3% de la audiencia, siguió ya la primera etapa de esta mítica prueba, teniendo como principal competidor el campeonato europeo de selecciones nacionales de fútbol, una competición que fue ganando espectadores conforme el combinado español iba pasando eliminatorias hasta plantarse en la final y ganarla. Pero no coincidieron en la misma hora o fueron muy pocas veces las que eso sucedió.

Pero hoy se habla de dar pedales, del esfuerzo sobrehumano que supone recorrer 4.000 kilómetros en  tres semanas, a una media de más de 40 Km/h. Con un calor sofocante, porque hay que atender a los anunciantes y patrocinadores, que se han dado cuenta de que después de comer hay mucha más gente pendiente de las evoluciones de la serpiente multicolor que a primera hora de la mañana, que sería el momento ideal para afrontar semejante paliza. Superando cotas y puertarracos de 30 kilómetros, rampas de un porcentaje mareante y descensos de vértigo a una velocidad que muchos motoristas no se atreven ni a rozar. 

Desde luego, en cuanto a esencia, filosofía y crudeza es lo más parecido a la tauromaquia y el de ciclista el oficio más cercano al de torero, salvando las distancias. Pero los dos se juegan el pellejo de verdad y sin milongas, no como en algún otro deporte de élite, en el que el teatro y los simulacros son ya habituales, y este mismo verano un ciclista danés ha perdido la vida en la Vuelta a Suiza. 

Tanto en una actividad como en la otra se pone a prueba el carácter del hombre y su hacer frente a la naturaleza, su capacidad de sufrimiento, de superación, de resistencia... y se realzan los valores que, se supone, deben ser tenidos como referencia y modelo.

Y en este contexto, momento y situación, dos son los nombres que lideran ambos mundos. En maillot y culotte es Tadej Pogacar -¿por qué se empeña casi todo el mundo en pronunciar Pogachar?- quien se lleva la palma. Ha ganado el Tour, el más difícil de los últimos años, y lo ha hecho con suficiencia, mando y aplastante superioridad sobre otros dos fuera de serie, el danés Jason Vingegaard y el belga Remco Evenepoel. Esta es la tercera vez que el velocipedista esloveno llega a la meta final para enfundarse el jersey amarillo y habiendo ganado nada menos que seis etapas. Entra ya de lleno en la historia grande de esta prueba que nació en 1903 y fue la primera competición ciclista por etapas de la historia.

Vestido de luces es, otro año más, el peruano Andrés Roca Rey quien lidera el escalafón y marca las diferencias. Cuando escribo estas líneas lleva 32 corridas toreadas y 53 orejas en su cuenta, superando en 4 festejos y 17 trofeos al segundo clasificado. Pero en donde marcha escapado y destacadísimo es en su poder de convocatoria, siendo ahora mismo el torero que más gente lleva a las plazas y son ya varias temporadas en las que esto es así. Y un torero manda cuando es el que más tirón tiene entre el público. Pero, además, Roca Rey es de los que no se esconde ni disimula. Lo da todo cada tarde. Su estilo y maneras podrán gustar más o menos, pero su honradez, entrega, disposición y capacidad no ofrecen dudas. Se arrima como si estuviese empezando, se pasa muy cerca  los toros y da espectáculo a diario. 

Si Plutarco viviese hoy y tuviese ánimo para escribir una nueva versión actualizada de sus Vidas paralelas, seguro que Pogacar y Roca Rey estarían emparejados en un mismo capítulo. Y es que, por si faltase algo, los dos son físicamente casi como dos gotas de agua.