VIENTO DE LEVANTE

El camino de Camino

jueves, 8 de agosto de 2024 · 06:01

Es  ley de vida. Y ley debida. Algo que llevamos marcado ya desde que se nace. Nuestra existencia es limitada y llega un día que se acaba.  En ese tiempo cada cual hace el camino que puede. El de Camino fue largo, brillante pero también, y eso es algo que así mismo va implícito en vivir, duro.

Con apenas unos días de diferencia la muerte, inexorable e infalible, nos han dejado sin dos toreros. Pertenecientes a épocas distintas, aunque coincidieran en un momento dado, dos conceptos diferentes del toreo y dos maneras también de entender la vida. Pepe Luis Vázquez Silva tuvo que cargar con el legado, recuerdo y obra de su padre, Pepe Luis Vázquez Garcés, uno de los grandes de la historia de la tauromaquia, y pese a ser un buen torero no llegó ni de lejos a alcanzar las cotas de su progenitor, aunque su carácter y forma de ser dejan una huella indeleble en sus amigos y quienes le conocieron.

Paco Camino, por el contrario, superó con mucho lo hecho por su padre, modesto novillero -Rafaelillo de Camas se anunciaba-, que luego le acompañó como banderillero en sus inicios, y acabó siendo uno de los diestros imprescindibles a la hora de contar la tauromaquia del último tercio del siglo XX, un tiempo en el que coincidieron muchos y rutilantes nombres entre los que se encuentra en uno de los primeros puestos, por derecho propio, el del torero de Camas. 

El Niño Sabio de Camas le llamaban, por su precocidad, su capacidad para entender y ver a los toros y por su asombrosa facilidad para resolver los problemas que aquellos le planteaban. Sevillano de nacimiento fue, como tantos otros, hasta Belmonte, por ejemplo, valenciano de adopción y en Valencia se encarriló y disparó su carrera, logrando con sus repetidos grandes triunfos como novillero tomar la alternativa en el coso de Monleón. 

A partir de aquel día, 17 de abril de 1960, en la Corrida de la Prensa, su nombre fue ya fijo en todas las plazas y ferias de importancia a lo largo de las dos décadas siguientes, codeándose con gente como Ordóñez, Ostos, Mondeño, Manuel Benítez, Gregorio Sánchez, su paisano Curro Romero, y un larguísimo etcétera, formando junto a Diego Puerta y Santiago Martín “El Viti” un trio que se hizo famoso mucho más allá del ruedo. Puerta, Camino y El Viti se convirtió en expresión y muletilla repetida millones de veces y en contextos ajenos a lo taurino por la categoría de dichos nombres y por las tantísimas veces que coincidieron en los carteles.

En 1970 protagonizó uno de las más grandes gestas de los últimos tiempos, actuando como único espada en la Corrida de Beneficencia de Madrid. Se enfrentó a seis toros de distintas ganaderías y no contento con ello despachó también al sobrero, paseando ocho orejas y saliendo a hombros de una multitud enfervorecida y alucinada por lo visto en la arena venteña. Mi padre, que fue testigo de aquel suceso, siempre me dijo que nunca había visto, ni vería luego, torear como toreó Camino aquella tarde del 4 de junio, ejecutando siete faenas distintas  y todas ellas magníficas. A pesar de que por entonces mi gran ídolo era El Cordobés, la insistencia paterna y el entusiasmo con que me contaba aquel prodigio hizo que empezase a verle también con otros ojos. Para eso están los padres.

Pero no todo fue de color de rosa en su camino.  Sufrió varias y muy graves cornadas; vio como un toro mataba, en Barcelona, a su hermano Joaquín, que iba en su cuadrilla de banderillero; tuvo graves problemas de salud... y nunca tuvo el cariño que la afición sevillana, tan especial, profesó, por ejemplo a Curro, camero como él.

Aunque fue en septiembre de 1987, en Nimes, cuando se vistió de luces por última vez, para dar la alternativa a su hijo Rafi, su retirada oficial tuvo efecto el 23 de septiembre de 1983, en Valladolid, donde alternó con Vicente Ruiz “El Soro”, diestro a quien dio la alternativa en Valencia en las fallas del año anterior con, precisamente, Pepe Luis Vázquez de testigo. 

Fue un diestro muy completo. De depuradísima técnica, un estilista con el capote -esas chicuelinas- y muy poderoso y seguro con la muleta, sobre todo al torear al natural, siendo, además, un estoqueador fácil y contundente, tenido en este aspecto como el mejor de su época. El camino de Camino acaba aquí y ahora, pero su obra es inmortal y queda para siempre.